Javier Barón Thaidigsmann se reconocía nervioso a su llegada, en la tarde de ayer, al palacio de Velarde. "Se me hace más difícil hablar aquí que en el Prado: aquí me conocen mucho más", afirmaba el Jefe del Área de Conservación de Pintura del siglo XIX del Museo del Prado, que retornó al Bellas Artes de Asturias para impartir una conferencia sobre "La cuna vacía", de Luis Menéndez Pidal.

Un vistazo al público revelaba ese nerviosismo confeso del Historiador del Arte: colegas de profesión, coleccionistas, discípulos y exalumnos, además de público fiel del museo, colmaban los asientos para ver a Barón, cuyas clases en la Universidad de Oviedo, de donde salió en 2004 para incorporarse a la plantilla del Prado, son casi míticas. Consciente de que, en casa, hay que dar el do de pecho, el ponente no defraudó, demostrando su conocimiento privilegiado de la colección del Museo. "Incluso en esta época de hierro, el Bellas Artes han sabido enriquecer sus fondos", afirmó Barón, que destacó la labor de los sucesivos directores de la pinacoteca astur por ampliar la colección.

Esta alusión a la incorporación de fondos venía al caso por estar la conferencia centrada en una obra incorporada recientemente al museo en depósito, esa "La cuna vacía" con la que Luis Menéndez Pidal ganó una medalla de primera clase en la Exposición Internacional de 1982.

Mas la ponencia no se centró en un análisis al uso del lienzo, sino que Barón planteó un sugerente recorrido por la historia de la obra y por la restauración que, dirigida en el Museo del Prado por Lucía Martínez, ha devuelto a la obra todo su esplendor. La tarea, que duró seis meses, no fue fácil. Según explicó Barón, el lienzo se localizaba en la sala de billar de la casa de Bustelo-Calvo Sotelo. "El cuadro y el marco estaban sahumados, imagínense la de puros que se habrán fumado ahí", reflexionó Barón, que logró así que el público asistente recapacitase sobre los efectos de la vida cotidiana sobre el arte.

Hongos, humedades, grietas... Cuando los expertos del Prado llegaron a por el monumental lienzo, de 2,20 por 3,30 metros, se encontraron una obra irreconocible y difícil de trasladar. Pero con una actuación prudente y precisa, el lienzo recuperó todo su esplendor original. Mejor, de hecho, toda vez que Menéndez Pidal usó como barniz un compuesto inadecuado, que oscureció el lienzo.

Pero el análisis de la intrahistoria de "La cuna vacía" no se limitó a su restauración. Barón exploró el contexto de la época, marcada por un cambio de gusto que derivó en la postergación de la pintura de historia en favor de obras de tipo social. Algo que favoreció a "La cuna vacía" en la exposición de 1892, aunque en su premio también pesó la influencia política del conservador Alejandro Pidal y Mon, "El gran cacique", tío segundo del pintor, tal y como precisó Barón quien aclaró que todos los artistas activaban influencias similares.

Con todo, a decir de Barón, esta obra magna de Menéndez Pidal supone un activo crucial para el museo. "Con la incorporación de 'La cuna vacía', el Museo de Bellas Artes de Asturias tiene ya la mejor colección de Luis Menéndez Pidal. Mejor incluso que la del Prado, aunque allí tengamos 'Salus Infirmorum', que es probablemente su obra maestra", concluyó.