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Encuentros en la tercera frase

Fascinante y audaz trabajo de Villeneuve que desarrolla un drama íntimo a partir de un molde clásico de ciencia-ficción

Encuentros en la tercera frase

Ted Chiang da una pequeña pero nítida pista con el título del (excepcional) relato en el que se inspira La llegada: "La historia de tu vida". No parece de ciencia-ficción, ¿verdad? Más bien de ciencia-emoción. Porque se sumerge en un mundo íntimo engarzado al universo infinito. El tiempo como válvula de escape sentimental. La comunicación como regalo que puede silenciar las armas. El amor como causa y nunca defecto. Denis Villeneuve, ese cineasta superdotado al que le das las páginas amarillas y es capaz de convertirlas en una gozada audiovisual, no tiene reparos en subrayar los aspectos más humanistas del relato. Más esperanzadores también, a pesar del dolor que atenaza muchas imágenes. O quizá por el dolor. Su filmografía está lleno de él aunque no siempre lo envuelva de tanta luminosidad como aquí. Corre el riesgo de que lo llamen cursi (sobre todo por el tramo final) pero sospecho que le da igual. También se lo llamaron a Christopher Nolan por Interstellar y ahí sigue: creciendo en cada nuevo visionado hasta alcanzar la categoría de clásico incontestable.

Es cierto, y sería injusto negarlo, que a veces a Villeneuve le puede cierta arrogancia estética y parece contagiado por el virus de Terrence Malick pero son deslices insignificantes en comparación con los logros de una película que es todo un viaje de inmersión sensorial en dos de sus direcciones (los intentos de la lingüista por comprender y hacerse comprender al entrar en contacto con una civilización extraterrestre y la historia de amor a una hija que ¿perdió? ¿perderá?) y solo rebaja la intensidad cuando militares y políticos de las superpotencias hacen todo lo posible por arruinarlo todo.

Si en Encuentros en la tercera fase el maestro Spielberg recurría a la música como lenguaje universal (y pacificador) para dialogar con los E.T. llegados de impresionantes naves sicodélicas (nada que ver con las formas austeras de La llegada), aquí se desarrolla una paleta lingüística sorprendente y muy, muy bien resuelta visualmente, eliminando cualquier rasgo cómico por las formas de los seres llegados. El espectador que vaya a la sala esperando ver una especie de Independence day saldrá de ella con la misma cara que les quedó a quienes fueron a ver El árbol de la vida creyendo que tendrían una de Brad Pitt poniendo ojitos. La llegada, con escasas localizaciones, sin grandes despliegues bélicos ni demostraciones de miedo universal al apocalipsis, se despliega con un ritmo pausado (que no moroso) para que el personaje de Amy Adams (insuperable, sí) se convierta (ya lo hizo Villeneuve en Sicario con el personaje de Emily Blunt) en una mirada extraña dentro de un mundo hostil e incomprensible en muchos de sus actos. "Si pudieras ver toda tu vida de principio a fin cambiarías algo?". Esa pregunta también da pistas sobre el fin y los principios de La llegada, que es, recuerda, "la historia de tu vida".

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