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Un camino entre pucheros

Cabrito al calor de la chimenea

Julia Vidarte es el alma del bar restaurante Puente La Huera, en el desfiladero de los Beyos, un local entrañable y tan auténtico como su cocina

Julia Vidarte, junto al puente de La Huera, con el desfiladero al fondo. ANA PAZ PAREDES

Conducir por parte de la carretera que comparte espacio con el desfiladero de los Beyos es una auténtica gozada para los que gustan del asfalto con encanto, sin prisas, con cuidado y disfrutando de cada kilómetro. Estrecha en buena parte de los tramos, y habitada en ocasiones por curvas donde la vista se reparte entre la montaña, el bosque y el río que abajo suena y que es nada menos que el Sella, el viajero ya va sintiendo dentro lo que realmente importa; el asombro de la belleza de un paisaje cambiante que siempre enamora, sea el mes que sea, por grande y al tiempo sencillo. Salpicado aquí y allá de casas en lo alto, retando a la fuerza de la gravedad y asomadas a una Asturias única y ya muy cercana a tierras leonesas. Tal es así que el bar que hoy protagoniza esta página, y como dicen sus propietarios, es el último de Asturias antes de llegar a tierras de la comunidad de Castilla y León y, por contra, el primero del Principado si se entra desde ellas.

"Un kilómetro y medio más allá de nuestro local, ya entras en tierras de León", matiza Julia Vidarte González, una pongueta de voz suave y trato amable, nacida en Casielles y que, tras casarse con Eduardo Rivero, se trasladó a vivir a donde tienen desde hace 24 años su negocio y vivienda, en Puente La Huera, en Ponga, de ahí el nombre de su local. Así lo conoce todo el mundo en la zona, aunque también haya quien lo llame por un segundo nombre, Desfiladero del Sella.

Entre grandes moles de roca y a un lado de la carretera que sube hacia pueblos con mucho encanto -además de estar allí el principio, o fin, de la ruta de la foz de Los Andamios-, está este barín afayadizu y cordial donde todo es tan auténtico como sus propietarios. En la zona del chigre hay fotos antiguas, querencias que reflejan el espíritu de sus dueños. A la derecha está la chimenea y junto a ella una mesa que es la preferida de cuantos allí entran a comer en los meses de frío y de lluvia. Otros, por contra, prefieren su pequeño comedor, con capacidad para unas 24 personas.

No hay carta y el menú varía según los días. De lunes a viernes es a 10 euros, y en fin de semana, a 11, con varios platos a elegir entre primeros, segundos y postres. En la cocina Julia sigue haciendo los platos tradicionales que aprendió con su madre y con su suegra, además de lo que ha venido aprendiendo motu proprio en estos años, a través de diversos cursos de formación y reciclaje.

Allí se come, dependiendo del día, sopa de hígado, fabada asturiana, pote tradicional, callos, picadillo con huevos y patatas, truchas con jamón, codillo, garbanzos con bacalao, arbeyos con jamón, y guisos de carnes como las de cordero, cabritu, jabalí e incluso venado. En postres hay arroz con leche, flan de huevo, crema de queso de los Beyos y queso de los Beyos con dulce de manzana. Matiza Juli: "Todo esto que digo no lo hay a diario porque va variando, pero es una referencia de lo que yo cocino. Si quieren algo en concreto también nos pueden llamar y encargarlo".

Y, además, servido en un barín entrañable, donde se está tan a gusto que apetece seguir la tertulia hasta al atardecer junto al fuego encendido en la chimenea. Eso sí, menos el 25 de diciembre y el 1 de enero, que estará cerrado. En fin de semana, y dada la capacidad del local, es recomendable reservar en el 985944690.

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