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SERGIO TOMÉ | Geógrafo urbanista

"Revuelve el estómago ver a los chicos marchar en Barajas"

"Sé de alumnos que han vuelto de Alemania porque les han bajado el sueldo el 20% en cinco años y sienten el racismo"

Sergio Tomé, en el campus del Milán, en Oviedo. IRMA COLLÍN

-Estoy muy bien, esta semana cumplí 59 años. Ha sido un año tranquilo. He superado el fallecimiento de mi padre, que me ha costado, y ahora pienso en cuidar a mi madre.

Sergio Tomé (León, 1957) profesor del Área de Análisis Geográfico Regional de la Universidad de Oviedo, vino hace 40 años a Asturias y triangula su vida con León y Madrid, donde tiene amistades, familia, exposiciones y materia de estudio. Va a publicar un trabajo sobre la transformación reciente de los laterales de la Gran Vía.

-¿Estaba unido a su padre?

-A los dos. Por comparación con las de la mayoría de mis compañeros, amigos y parejas, nací en una familia culta. Mi madre, Emilia, hizo la carrera superior en el Conservatorio de Madrid y fue profesora de piano. Mi padre, Aurelio, era culto, autodidacta, había hecho la carrera de Comercio, trabajó en varias empresas y tuvo una tienda de zapatos.

Tomé tiene un hermano un año mayor, Javier, y una hermana diez años menor, Alicia, y los tres crecieron en una casa llena de libros con dos pianos y sin rigideces.

-Mis padres no imponían horarios, ni amistades. Me enseñaron a llenar mi vida con las letras y las artes. Con la muerte de mi padre quedan sus cosas como restos de un naufragio: sellos, monedas, postales, libros, objetos de sus antepasados. Yo vivo de alquiler y me desprendo de lo mío.

Hizo el Bachiller de Ciencias en un instituto mixto donde empezó su afición a la acuarela paisajista y se acercó a la geografía.

-Una profesora me enseñó a descodificar los paisajes de la ciudad y el campo. Llevaba diapositivas de paisajes rurales que eran un lujo.

Su León era una ciudad pequeña con cultura local.

-Como el clima es muy frío no se sale tanto como aquí y el que no escribe es poeta o fotógrafo.

Relaciona el gusto por el paisajismo con su astigmatismo.

-Siempre he visto mal y me emociona la luz. La acuarela no tiene remedio si te equivocas y desaparece con el tiempo.

-¿Aprecia en la vida lo que ni tiene vuelta ni perdura?

-Ésta es una Facultad de Humanidades -de reflexión y debate- y cada diez años tienes que cambiar los paradigmas. A veces el amor es perdurable.

-¿En su caso?

-Hay muchos amores, no sólo las parejas, las amistades. Soy muy fiel y creo que cuido los amores a pesar de que llevan tiempo, que es de lo que menos tenemos.

Hizo hasta tercero de Geografía en León y la terminó en Oviedo porque era obligatorio.

-Prefería Madrid, pero Oviedo me chiflaba. Tuve la suerte de concursar para profesor al acabar la carrera y di clase a los 21 años. Me interesaba la geografía urbana que entonces nadie quería.

-¿Por qué?

-La ciudad es el laboratorio de ideas y me gustan la experimentación y las novedades. Peter Hall decía que el urbanismo ha sido el sustituto de la revolución porque es cambiar la ciudad para no tener que cambiar la sociedad. Se trata de aliviar tensiones y la geografía urbana, la más dinámica, tiene una dimensión propositiva.

-¿Y les hacen caso?

-Mucho, pero yo cedo lo que puedo a los que son más jóvenes.

-Está a seis años de jubilarse.

-Nunca he hecho planes, ni a medio plazo. Estoy en el proyecto "Patrimonio y desarrollo sostenible", del Ministerio de Economía, que trata de replantear la rehabilitación del centro histórico, el modelo de intervención.

-¿El nuevo modelo es...?

-Se acabó quedarse en catalogar y proteger y se tocó fondo en reutilizar edificios singulares para usos públicos. Hay que retomar parte de la rehabilitación integral de los ochenta, no hacer decorados para beneficios empresariales, sino barrios más vivos con diversidad de actividades.

-¿En el Oviedo antiguo?

-Limitar el desarrollo de la hostelería, recuperar el comercio, los servicios de proximidad y habitantes. Viví en los noventa en la plaza del Sol y me echaron los tambores africanos.

-¿A qué se refiere?

-Venían grupos a hacer tamboradas toda la noche. Ahora hay un Antiguo de los Postigos y Salsipuedes, descapitalizado y con grafitis, y otro de Cimadevilla y la parte alta, que es una terraza.

-¿Dónde vive ahora?

-En la Argañosa, que tiene una socialización muy rica aunque necesitan rehabilitación los edificios de los años sesenta, donde se percibe la mala calidad de la construcción básica del desarrollismo. Es barrio, pero está pegado a la ronda y tiene una amabilidad vecinal del Oviedo de antes.

-¿Qué ha cambiado en Asturias desde que llegó?

-Cuando vine ya se había iniciado el ajuste y ha seguido, pero el Estado ha invertido muchos millones para suavizarlo. Los profesores latinoamericanos me recuerdan que ésta es una crisis del Norte. Hay falta de expectativa, pero hay sitios de Andalucía y Extremadura donde no quedará nadie en diez años. Me gusta de Asturias que hay grupos más exigentes que en León, pero se cae en la protesta por la protesta.

-Sea asturiano y póngase "repunante".

-La insolidaridad intergeneracional es un drama. La resistencia de los mayores al relevo generacional, el recelo a que lo hagan peor, se nota en la resistencia al cambio de instituciones y política. El jubilado a veces no es consciente del drama que supone para el joven marcharse de Asturias a sitios donde gana poco y de los que no va a volver. La ciudad está más orientada a los jubilados.

-No estoy seguro de eso.

-Aquí trabajamos con gente joven y nos dicen que Oviedo es una ciudad para gente mayor, sin alicientes de socialización, de diversión, de profesión, de vivienda y de formación de una familia. Hay 18.000 pisos vacíos, pero no puedes obtener una vivienda.

-Pero el padre hace de canguro de los nietos.

-Y no presiona para que haya guarderías del Estado, ya que el mercado falla. No hay presión social. Con la pensión del abuelo los nietos aguantan sueldos de estafa. No hay política natalista. Está parado el ascensor social. Seguimos el itinerario de cientos de alumnos y da una panorámica.

-¿Y qué ven?

-Ahora en Madrid los sueldos son malísimos y viven compartiendo piso. Sé de alumnos que han vuelto de Alemania porque les han bajado el sueldo 20% en cinco años y no les salen las cuentas, el clima es difícil y notan formas de racismo hacia los españoles. Vas a Barajas y se revuelve el estómago de ver chicos marchar.

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