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El primero de la Ribera celebra 90 años

Protos 27 es el producto de viñas con medio siglo de vida. La bodega de Peñafiel, la más veterana de Ribera del Duero, quiere celebrar su noventa aniversario invitando a descorchar una rareza procedente de la añada de 2014 que verá la luz tras un largo trabajo tanto de suelos, como de levaduras autóctonas, seleccionadas y aisladas, según explica la enóloga de la casa Marilena Bonilla. Un vino marcadamente frutal, de vigorosa nariz, crianza bien integrada y una elegante acidez en boca. La fecha prevista para el lanzamiento de este caldo conmemorativo es el primer trimestre de 2017 y probablemente lleve la primera divisa que utilizó la bodega como etiqueta. El precio de la botella todavía no está aún fijado, se calcula en torno a los 20 euros.

La primera bodega también es la mayor. Crece asentada en un prestigio de años. No hace todavía demasiado, en la década de los setenta, las bodegas de la Ribera que se conocían en Asturias eran, además de Protos, las incipientes Pesquera, de Alejandro Fernández, y Torremilanos, de Aranda de Duero, que si bien tenía una arraigada historia vinícola tras de sí, alcanzó su despegue definitivo gracias a la familia Peñalba López en 1975. Ninguna más.

En la actualidad, Protos mantiene su bodega de añejamiento en pleno corazón de la montaña que preside el castillo de Peñafiel, con capacidad para 3.500 barricas de roble dispuestas a lo largo de mas de dos kilómetros de galerías excavadas en la tierra. Tras inverrtir 36 millones de euros dispone, además, de otra nueva edificación que cuenta con un método de seguimiento analítico para controlar la calidad de la uva en todo momento. Hay que añadir también la bodega de Rueda donde elabora los verdejos de la casa.

Además de los ruedas, un rosado y el característico vino de roble o de virutas, Protos mantiene como vinos esenciales de la firma un crianza, un reserva, un gran reserva, un vino de finca, El Grajo viejo, y otro de selección, fruto de las viñas más viejas. El 27 será la sorpresa, algo distinto a lo que la casa ha embotellado hasta ahora. Uno de esos vinos inclasificables.

Cocina. Félix Martínez es un cocinero que cocina. Guarda sentido decirlo porque no todos lo hacen. La mayoría se dedica al funambulismo culinario: decorar los platos con brotes, germinados y rayas, utilizar ingredientes que nadie se hubiera atrevido a juntar en su vida, y ya está.

El guiso, las cocciones adecuadas con sentido se han ido perdiendo, y la tendencia consiste en eludir la dificultad y menoscabar el producto. En El Foralín, el restaurante que acaba de abrir Félix Martínez en la calle Manuel García Conde, en Oviedo, se cocina. Y eso ya es algo. Martínez se formó con Nacho Manzano y, después de una temporada fuera de la alta cocina, es consciente de que rehacer el camino no es fácil en medio de la competencia y el riesgo de que no todo el mundo aprecia como es debido lo que está bien hecho. Unos fideos con liebre, una terrina de caza muy equilibrada, un arroz meloso de moluscos, un cordero prensado con los toques de leña del asado a la estaca, tres o cuatro postres bien hechos, y media docena de entrantes fáciles de comer, como es el caso de una buenas croquetas, son parte de una carta pequeña que se irá ampliando según la temporasa, el mercado, etcétera, atendiendo a las necesidades típicas de un bistrot. El Foralín también dispone de un menú del día, en el que suele haber platos de cuchara.

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