Asturias perdió el pasado sábado, tras fallecer en Madrid a los 95 años, a su mayor artista del último medio siglo. Sin estar centrado en ninguna de las Bellas Artes, Manuel Gil Parrondo y Rico, que nació en Luarca en 1921, logró concentrar en su trayectoria profesional todas ellas. Sólo los habituales prejuicios sobre todo aquello que se salga de la santísima trinidad pintura-escultura-arquitectura y la humildad del propio Gil Parrondo -que siempre prefirió calificarse como "decorador" antes que adoptar alguna de las rimbombantes variantes del oficio que proliferan en Hollywood- han hurtado a esta figura central del cine español el lugar que le corresponde entre los grandes creadores de nuestra época. Pero su legado, iluminado por una serie de trabajos indispensables y adornado por un palmarés extraordinario, reivindica por sí solo la obra de este extraordinario creador.

Su infancia la vivió entre Asturias y Madrid, aunque ya con 15 años se instaló definitivamente en la capital de España. Estudió en la Escuela de Bellas Artes, donde adquirió nociones de pintura y arquitectura, mientras en paralelo devoraba sesión tras sesión en los cines de la ciudad. Ya en la posguerra, Gil Parrondo comenzó a trabajar en los estudios Aranjuez, como ayudante del decorador Amalio Garí. Era el año 1939.

Sus primeros trabajos fueron en las películas "Los cuatro robinsones" (Eduardo García Maroto), "La Dolores" (Florián Rey) y "La gitanilla" (Fernando Delgado). Pero el gran salto en su carrera lo dará cuando comience a trabajar con Sigfrido Burmann.

Maestro de decoradores, Burmann era un emigrante alemán que llegó a España en 1917. En la posguerra, el germano era decorador jefe de los estudios CEA ,de la Ciudad Lineal. "Mi forma de trabajar la aprendí con Burmann. Él era un ser excepcional. Un gran artista y un incansable trabajador. Todo lo hacía sin darse importancia, sin ningún misterio. Y además me enseñó a considerar el trabajo como un placer o un regalo y nunca como un castigo. Burmann era una persona admirable", declararía años después Gil Parrondo, en una entrevista con Víctor Matallanas.

Hasta 1951, Parrondo trabajaría con los principales cineastas de España, siempre bajo las órdenes de Burmann: desde Edgar Neville hasta Ladislao Vadja, pasando por Juan de Orduña, Florián Rey o José Antonio Nieves Conde, entre otros. En paralelo, se inició como decorador teatral, colaborando con figuras como Miguel Mihura o Enrique Jardiel Poncela.

Asentado ya como decorador independiente, Gil Parrondo comenzó en 1952 a colaborar con el aparejador Luis Pérez Espinosa, con quien colaboró durante más de una década en concreto hasta 1965, en una asociación sólo rota por el fallecimiento del segundo. En sus primeros años de colaboración, el tándem trabajó en filmes como "Jeromín" (Luis Lucia, 1953) o "Los peces rojos" (José Antonio Nieves Conde, 1955). Entre medias, Parrondo y Pérez Espinosa se encargaron de los decorados de "Mr. Arkadin" (1954), a las órdenes del mismísimo Orson Welles.

Aunque el cineasta omitió sus nombres en los créditos, esta película supuso un espaldarazo clave para Parrondo y Pérez Espinosa, que en esos años comenzaron a colaborar en las cada vez más en las producciones norteamericanas filmadas en suelo español, especialmente a partir de "Orgullo y pasión" (Stanley Kramer, 1957). Esto permitiría a Parrondo adquirir la condición de director artístico en España de todas las producciones de Samuel Bronston, incluidas "El Cid" (Anthony Mann, 1961) y "La caída del Imperio Romano" (Anthony Mann, 1963) y colaborar, como auxiliar de los directores artísticos principales, en superproducciones como "Espartaco" (Stanley Kubrick, 1960), "Lawrence de Arabia" (David Lean, 1962) y "Doctor Zhivago" (David Lean, 1965). Estas tres últimas obtendrían sendos premios Oscar a la Mejor dirección artística, aunque la distinción no reconocería la labor del asturiano, no acreditado al circunscribirse su labor únicamente a los escenarios españoles.

Mas el trabajo de Gil Parrondo no había pasado desapercibido para Hollywood. En los años siguientes, serían cada vez más los cineastas que reclamasen sus diseños, dándole cada vez más libertad y responsabilidad. En la década de 1970, Parrondo era ya un profesional reputado, que alcanzó la cima de la profesión al trabajar con George Cukor y merced a su prolongada colaboración con tres cineastas de calado: Franklin J. Schaffner, John Milius y Richard Lester

Para Cukor, Parrondo diseñó los decorados de "Viajes con mi tía" (1972), con la que fue nominado al Oscar. No ganó, pero para entonces el asturiano ya tenía dos estatuillas en su palmarés, obtenidas en los años previos merced a dos trabajos con Franklin J. Schaffner: "Patton" (1970) y "Nicolás y Alejandra" (1971).

Calibrar lo que supuso la obtención de estos dos Oscar, desde nuestro presente, es complejo. En aquel tiempo, Hollywood no era tan propenso a asimilar el talento foráneo como lo es hoy, y mucho menos a reconocerlo. Fue un logro extraordinario, pero Parrondo no recogería ninguno de los dos galardones: en ambos casos estaba trabajando.

Si su labor con Schaffner fue brillante, no lo fue menos su alianza con Lester y Milius. Con el primero, Parrondo colaboró en sus películas sobre Los tres mosqueteros y en "Robin y Marian" (1976), herencia sentimental de toda una generación. Con Milius, su colaboración se limitó a tres filmes, incluyendo las localizaciones de "Conan, el bárbaro" (1982) y la extraordinaria "El viento y el león" (1975), uno de los trabajos predilectos del asturiano.

Alcanzado el Olimpo, Gil Parrondo no abandonó la excelencia. En las décadas siguientes fue figura de referencia para todas las producciones norteamericanas rodadas en España. Además, dignificó con su arte las producciones de diversos cineastas españoles, manteniendo una relación especialmente prolífica con Mario Camus y con José Luis Garci, que le reclamó para todas sus películas desde "Volver a empezar" (1982). Una relación profesional que permitiría a Parrondo engrosar su palmarés con cuatro premios Goya.

Pero su legado está más allá de los galardones. Gil Parrondo deja una filmografía de un nivel inédito en España. De su talento como decorador dan fe, además, los agradecidos testimonios de aquellos que trabajaron con él. Richard Lester afirmaba que el asturiano le había salvado la vida "no menos de tres veces". Aunque quizás fue John Milius, quien consultaba con Parrondo hasta el lugar en el que debía colocar la cámara, quien hizo la más entusiasta descripción del gran artista asturiano de nuestro tiempo: "Gil Parrondo es el mejor dentro de su profesión. No existe otro igual. Si de mí dependiera, incluiría una cláusula en mis contratos para contar en todas mis películas con él...Todas las producciones en que ha participado tienen una dirección artística increíble".