Una playa en blanco y negro. Parece invierno. Suenan olas y gaviotas. Ellas, una en cada extremo del arenal, llevan casi el mismo vestido blanco. Son una madre y una hija. La niña tira una piedra al mar. Una ola que muere lame su pie pequeño. La niña ve a la madre. Ésta la saluda. Corren la una hacia la otra. Sonrientes. El abrazo parece inminente. Hemos visto ese momento litoral mil veces: es una manera manida de escenificar la felicidad. Huele a sal y, los vestidos, a lavanda. Un segundo. Algo ocurre. Algo vibra en un bolsillo del vestido blanco de la madre. Es el móvil, hay un mensaje. El avance hacia el abrazo se detiene. La madre lee el mensaje y sonríe, pero sólo a su teléfono móvil. La niña se queda fría. La madre no levanta los ojos de la pantalla. Nadie atiende a esa niña. En un plano contrapicado, con la madre en primer plano, vemos en el cielo la silueta negra de un enorme pájaro negro. La madre sonríe. El pájaro negro, descomunal, apresa a la niña. La madre sonríe al móvil. El pájaro se lleva a la niña. La madre sonríe al móvil. El mar borra la huella de la niña sobre la arena. La madre sonríe al móvil. La madre levanta la cabeza. Busca. Ya no ríe. ¿Dónde está su hija?

Acaba el anuncio. Ahora el mensaje: "La indiferencia es la violencia de hoy".

Esta es la campaña que pudieron ver los ciudadanos de Helsinki, la capital finlandesa, en todas las salas de cine durante dos semanas. El Gobierno de la ciudad está preocupado por el impacto que los smartphones están teniendo sobre las relaciones padres e hijos y cómo la adicción de los progenitores está desatando una ola de abandono infantil que equiparan con el maltrato. "Ignorar a un niño puede ser un tipo de violencia", indicó un portavoz municipal a la revista digital Quartz, que se ha hecho eco de esta nueva "enfermedad" de un país que se vanagloria de su excelencia educativa. Pero Finlandia es, además, el líder mundial en el uso de teléfonos móviles. Un estudio hecho por Tefficient sobre los nueve primeros meses del año indica que cada finlandés consume mensualmente 7,2 GB de datos, casi el doble que los segundos más colgados del smartphone, los surcoreanos, donde el promedio es de 3,8 GB mensuales por persona. El mismo análisis detalla que el 47% de la población finlandesa tiene planes de uso ilimitado de datos. Esa adicción por el smartphone tiene ya coste social, un caro peaje que están pagando los niños. Han perdido a sus padres.

La fusión humano-móvil va ya mucho más allá de casos concretos que terminan en adicciones. Es el principio de una transformación social radical. En Corea del Sur, el segundo país del mundo más enganchado al smartphone, se producen 1.000 atropellos anuales de peatones que caminan enfrascados en todo lo que llega a su pantallita. En cinco años (los últimos datos eran de 2014) se duplicaron este tipo de incidentes, así que las autoridades han tenido que colocar una señalización especial en el pavimento para que los "cabezabajo" se percaten de la existencia de tráfico a su alrededor. ¿Llegará el día en que, como en el anuncio de Finlandia, levantemos la cabeza de la pantalla y todo haya desaparecido? Quizá sea hoy.