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Una nueva era para los mecenas

La falta de una ley de Mecenazgo frena la única vía para que el patrimonio cultural sobreviva al ajuste público: el compromiso económico ciudadano | El ejemplo del astur-mexicano Plácido Arango aún es en España una rara excepción

El empresario astur-mexicano Plácido Arango ante el retrato, expuesto en El Prado, que Goya hizo a Jovellanos.

El año 2016 terminó con una magnífica noticia para la cultura asturiana, adelantada en exclusiva por LA NUEVA ESPAÑA: la donación de 28 cuadros de grandes maestros de la colección del empresario Plácido Arango al Museo de Bellas Artes de Asturias. La entrega de estas obras, que se hará efectiva a la muerte del donante -aunque serán expuestas temporalmente este año-, puso de manifiesto la generosidad del empresario astur-mexicano con la tierra de sus antepasados. Una voluntad filantrópica que, en el terreno del arte, Arango ya había demostrado en 2015 con la donación al Museo del Prado de 25 lienzos y, en 1991, de ochenta grabados de la serie "Caprichos" de Goya.

El ejemplo de Arango -cuya contribución a la sociedad asturiana se había extendido anteriormente a la Fundación Princesa y a la llegada de "Los Virtuosos de Moscú"- es, sin embargo, una excepción en un país en el que este tipo de "devoluciones" a la sociedad no son lo habitual. Arango deja entrever con estas aportaciones el influjo de la sociedad estadounidense y del mundo anglosajón, donde el mecenazgo casi es costumbre. Pero, sobre todo, su gesto pone en evidencia el sangrante hueco que muchos gestores culturales llevan años reivindicando cubrir en la política cultural española: una ley de Mecenazgo que incentive, con atractivos beneficios fiscales, las aportaciones privadas para el mantenimiento y fortalecimiento del patrimonio público.

La ley de Mecenazgo fue el gran proyecto cultural del PP para las elecciones de 2011. Y fue también uno de los mayores fracasos del ministro Wert y de su secretario de Estado de Cultura, José María Lassalle, pues al final quedó diluida dentro de la reforma fiscal que entró en vigor en 2015 y que prevé para las empresas una deducción hasta del 40% de lo que inviertan en patrocinio cultural. También había beneficios para las pequeñas aportaciones de particulares, el "micro mecenazgo". En los primeros 150 euros se aplica un tipo del 75% y en los restantes un tipo general del 30%. Las comunidades autónomas también han puesto en marcha incentivos y Navarra va a la cabeza. Tiene su propia ley de Mecenazgo con la que los particulares deducen el 80% de los primeros 150 euros que entreguen a causas culturales. Las empresas pueden deducir el 50%. Asturias no tiene una ley similar.

Fue un paso, pero un pequeño paso. Los gestores del patrimonio y de las instituciones culturales, asediados por los recortes en las administraciones públicas, siguen tirándose de los pelos por carecer de una herramienta para alentar el respaldo ciudadano a la cultura. Nuestros países vecinos nos llevan en el terreno fiscal mucha ventaja. En Francia, las empresas disfrutan de unas deducciones del 60 por ciento y los particulares del 66 por ciento. En Italia, las compañías deducen el 100 por ciento y las personas físicas el 19 por ciento. En el Reino Unido, la deducción es del 70 por ciento. En Alemania, el primer tramo de donaciones ciudadanas tienen una deducción fiscal del 100 por ciento.

Activar el compromiso económico con el patrimonio cultural es clave ahora que los presupuestos públicos están cerrados a cal y canto. Un ejemplo. El Museo de Bellas Artes de Asturias no pudo comprar ni un cuadro en estos últimos cinco años. Pero sí ha conseguido incorporar -donación de Arango aparte- un centenar de obras en cesión o depósito desde que estalló la crisis. Quien visite la magnífica pinacoteca regional podrá ver también en esta colección el brillo de la generosidad de los asturianos.

Un ejemplo entrañable de esa generosidad pudimos conocerlo en septiembre pasado, cuando trascendió que el Bellas Artes había podido ampliar su programa de actividades gracias a los 600.000 euros que les había dejado en herencia Aureliano Menéndez González, un practicante nacido en Tudela Veguín en 1922 y fallecido en 2002, de temperamento introvertido, solitario y muy amante del Arte. Pese a que este asturiano se mostró tan desprendido con su administración, y pese a que el Principado le prometió un homenaje tuvieron que pasar catorce años para que se le reconociera públicamente el gesto altruista. Si no es por la gestión de los responsables del Museo, la donación acaba diluyéndose por las cañerías burocráticas.

La ley de Mecenazgo también pretendía acabar con el olvido que sufrió Aureliano. Entre sus objetivos estaba ir "mucho más allá de los incentivos fiscales. Supone un compromiso del Estado con una forma distinta de hacer las cosas", escribía en 2103 Pilar Ponce, por entonces asesora parlamentaria del ministro Wert y, en la actualidad, directora de gabinete del titular de Justicia. En un artículo, Ponce desgranaba la necesidad de sacar adelante la ley y subrayaba la importancia del reconocimiento público a los mecenas, lo que además motivaría a más ciudadanos a hacer aportaciones. El mecenazgo da buena imagen y hay quien quiere comprarla: el propietario de la marca de calzado Tod´s costeó los 25 millones de restauración del Coliseo de Roma a cambio de los derechos de imagen del circo romano por 15 años.

En aquel artículo, Ponce incidía también en el posible efecto de merma en las cuentas públicas que tendría elevar las deducciones fiscales a los mecenas y, tras subrayar que no existen cálculos fiables, afirmaba: "Distintos análisis demuestran que cada euro donado tiene un extraordinario impacto en la sociedad, no sólo por los fines a los que se destina, sino por la capacidad para generar empleo y desarrollar actividades que, con muy poco, suponen un motor económico".

Ponce también defendía la necesidad de una reforma legislativa para atender a nuevas formas de colaboración. El "micro mecenazgo" ("crowdfunding") está cambiando la perspectiva de los gestores. La poca aportación de muchos puede ser decisiva. Un ejemplo: el 3 de marzo de 2015 se reabría la capilla de San Miguel, en el monasterio de Santa María de Pedralbes. Esta joya del gótico catalán, deteriorada, había permanecido 10 años cerrada al público. La rehabilitación, a cargo de 60 profesionales, costó 175.000 euros, de los que 30.000 llegaron en participaciones de entre 20 y 6.000 euros recolectadas a través de la plataforma Verkami. Otro: la Victoria de Samotracia requirió una inversión de 4 millones de euros para su restauración. Los tres primeros llegaron al Louvre de grandes mecenas de Francia, Japón y Estados Unidos. El millón siguiente provino del miles de amantes de la belleza.

Hace ahora cien años, la actuación de un mecenas logró salvar los frescos de la iglesia de Santullano, en Oviedo, la mayor muestra de pintura mural altomedieval de Europa. El filántropo de Cudillero Fortunato Selgas desembolsó 75.000 pesetas de su bolsillo para devolver el templo a su estado original. Hoy, la restauración de las pinturas del Prerrománico asturiano -la actuación más urgente- depende de las apreturas económicas de la administración pero, ¿no habrá por ahí un Fortunato Selgas o, mejor dicho, miles de Fortunatos que sí quieran aportar su granito al capital cultural más universal de Asturias? ¿Se podría explorar esa vía que el mundo civilizado más allá de Pajares ya transita con soltura?

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