En la obra pictórica de Julio Magdalena hay un período secreto: una fase abstracta, último giro de su dilatada evolución. Fueron sus últimos años, los primeros de este siglo, y esa evolución se frenó el día que el artista, nacido en Piloña en 1926, dejó de pintar tras sufrir un ictus. Ya recuperado, Magdalena se dispone a revelar esa etapa de su obra en una exposición con una treintena de obras que se inaugura este sábado, 7 de enero, en la sala de exposiciones BBVA de Oviedo.

La trayectoria de Magdalena está marcada por un costumbrismo clásico que bebe de las fuentes de los grandes pintores asturianos de la primera mitad de siglo, Evaristo Valle y Nicanor Piñole, y cuyas imágenes bucean en un imaginario regional. Una orientación que hizo a Magdalena un pintor muy popular y que, unida a su talento, le permitió vivir de su arte ya desde mediados de la década de 1950.

Pero en sus últimos años antes del ictus, el pintor persiguió otros horizontes y comenzó a explorar los terrenos de la abstracción, manteniendo la misma paleta pero animado por nuevas inquietudes estéticas.

Hace ocho años que Magdalena, quizás el último de su generación, no coge un pincel. Pero las obras de su última etapa abstracta han permanecido en su taller. Se iban a presentar en una exposición programada en la sala Durero de Mieres, pero su clausura en 2008 retrasó la muestra hasta este año.