A medida que Netflix vaya engordando y aumentando de tamaño como galería de contenidos audiovisuales será inevitable que en su parrilla se chamusquen más series de relleno. Como Shooter, basada en la olvidada y olvidable película que protagonizó hace unos años Mark Wahlberg bajo la dirección de Antoine Fuqua, aquí en despegadas labores de producción. Muy lejos en calidad y presupuesto de los grandes títulos del canal, pero con unos niveles aceptables que la mantienen lejos de las simas televisivas, la serie realizada por USA Network es de las que se ven con moderado interés al principio a sabiendas de que no habrá grandes veladas porque los guiones son muy predecibles, los actores son más bien discretos y los directores no se complican la vida. El hecho de que su protagonista sea un experto e infalible francotirador (a Fidel Castro no le hubiera gustado nada, recordemos que en un documental de Oliver Stone dudaba de la cacareada puntería de estos profesionales de la muerte a distancia) le trajo problemas a Shooter antes de su estreno: previsto para el 19 de julio, el tiroteo de Dallas llevó a sus productores a pensárselo mejor y aplazarlo hasta el 26. Y nuevo gatillazo porque otro trágico suceso de similares características en Baton Rouge volvieron a paralizar el estreno.

¿Y quién es el dichoso francotirador que no falla una? El marine retirado Bob Lee Swagger (un Ryan Phillippe esforzado y poco más) al que arrancan de su confortable refugio con su mujer y su hija para evitar un intento de asesinato del presidente de Estados Unidos.

Shooter arranca con aceptable brío con la exposición del conflicto: el francotirador se esfuerza en desmontar cualquier posibilidad de que un tipo como él le pegue un tiro al presidente, y pone todos sus conocimientos en armas y munición y ángulos y distancias y obstáculos y lo que sea menester para impedirlo. Pero no es así. Hay un disparo, vuela una cabeza por los aires pero no es la presidencial sino la del dirigente ucraniano. Bob encuentra el lugar desde donde se disparó, pero llega un policía, salta por la ventana?

Y es detenido como principal sospechoso de los hechos. A partir de ahí se inicia una típica y tópica historia de fugitivo que debe demostrar su inocencia mientras le persiguen los verdaderos culpables y también las autoridades, aunque dentro de sus perseguidores encuentre inesperados pero imprescindibles aliados. Como se las sabe todas, nuestro amigo Bob logra escabullirse de todas las encerronas y situaciones peliagudas en las que se mete, aunque a veces sea de forma tan improbable como cuando se cita con su amada en un servicio de señoras mientras los tontos agentes del FBI no se enteran de nada. A Shooter le pasa un poco como a Arma letal: se deja ver y tiene picos que funcionan pero a medida que cumplen episodios la historia no da más de sí y pasa a formar parte de ese subgénero que nunca muere sobre inocentes en busca y captura por culpa de conspiraciones torticeras. Solo queda esperar a que termine para ver cómo resuelven el lío en que se han metido los guiones.