Es uno de los fijos de la feria ARCO desde hace tres lustros y prepara exposición en Estados Unidos. Avelino Sala (Gijón, 1972) inauguró ayer en la galería Gema Llamazares de Gijón "This perfect day", donde muestra algunas de sus últimas obras, incluido el resultado de su peculiar regreso a la acuarela. Considerado uno de los artistas asturianos actuales de mayor relieve internacional, vive en Barcelona, donde conjuga creación con otros proyectos.

-Hacía años que no inauguraba una exposición individual en Gijón...

-Sí, la última fue en ATM hace ya algunos años. Sigo manteniendo la relación con mi ciudad, pero los proyectos salen cada cierto tiempo. Llevo fuera de Asturias más de veinte años, pero sigo con un pie aquí, que es donde tengo familia y amigos. Y, además, quiero tener esa vinculación con Asturias.

-En "This perfect day" muestra distintas disciplinas, de la acuarela a la instalación o el "collage". ¿Cuál es el hilo conductor?

-Es el título de una obra distópica (el de la película de Fernando León de Aranoa, basada en una novela de Paula Farias) y sigue una línea que mantengo desde hace tiempo: comparar la sociedad occidental actual con las distopías de algunas novelas. Intento mostrar que, en realidad, no hay tanta diferencia entre una y otras. El Gran Hermano esta ya aquí. Vivimos unos tiempos muy extraños en los que no hay tanta diferencia entre realidad y ciencia-ficción. Los contenidos de la exposición parten de ahí: de una Europa desquiciada que ha fallado, por ejemplo, con los refugiados. Hemos negociado a cambio de unos millones con Turquía, donde se les está maltratando. Se les llama desplazados, cuando son víctimas.

-En su obra subyace casi siempre una crítica al capitalismo financiero desmesurado...

-Desmesurado y deshumanizado. Es así. Y también al engaño político, representado en esta exposición por la pieza de los naipes de oro. Todo lo que muestro aquí va por ahí: metáforas políticas. Incluso las acuarelas se apoyan en eso, aunque tengan un punto más estético.

-Llama la atención, aunque es una constante en su trabajo, el continuo cambio de materiales y disciplinas; dicho de otra manera, la experimentación continua...

-Creo que ya no es una cuestión mía, sino de nuestro tiempo. Trabajo con una idea, pero se formaliza de muy distintas maneras. Hay que verlo como algo normal. Está relacionado con esa imagen del artista romántico que hace un poco de todo: pintura, escultura...

-El artista total.

-Sí, antes era casi una obligación. Se hacían cosas en distintas disciplinas y estaba el reto de que la gente adivinara la marca de agua, la firma. La pintura habla quizás más de sí misma, mientras que de esta manera puedo contar más historias. Es algo que a mí me resulta bastante natural.

-¿Y cómo ve el actual mundo del arte?

-Creo que estamos ante unas generaciones jóvenes muy profesionales. Es algo que me parece bien. Hay gente muy formada; viaja, vuelve... Es otra historia. Después de la crisis, hay una cierta estabilidad en el mercado del arte contemporáneo. Es cierto que los públicos a los que llega ese arte son reducidos, porque seguimos con el viejo problema de la educación. Me refiero a lo que pasa en los colegios, donde, como mucho, ven algo de los impresionistas. Hay ahí un caballo de batalla. Y en España tenemos el grave problema de que no hay manera de sacar adelante la ley de Mecenazgo, que es clave.