El presidente del gobierno, Mariano Rajoy, afirmó recientemente que no había visto ninguna de las películas nominadas a los premios Goya que se entregan este sábado con Dani Rovira como inevitable maestro de ceremonias. Él se lo pierde: hay cine del bueno en ellas.

La favorita

Tarde para la ira. El debut del actor Raúl Arévalo tras las cámaras ha sido una gran sorpresa para muchos. Le costó mucho sacar adelante el proyecto pero la espera ha valido la pena. El nuevo director ha aprovechado al máximo las lecciones aprendidas durante los rodajes con cineastas de fuste (Alberto Rodríguez a la cabeza: La isla mínima tiene ecos máximos) y ha facturado una película sólida, con personalidad, con unos actores creíbles en todo momento, impregnada de un aroma inconfundible a fatalidad inminente. Sin ser perfecta, Tarde para la ira es cine negro a la española (hay quien la emparenta con el cine quinqui de los años 80, pero sin tanta mugre) capaz de unir crudeza y emoción en una misma escena.

Maestro y rival:

La película de Arévalo competirá con El hombre de las mil caras, de Alberto Rodríguez. Un trabajo complejo pero incompleto, un material ingente que hubiera necesitado una miniserie para moverse como hez en el agua. No llega a la altura de los mejores trabajos de su director pero es una obra más que digna, extremadamente competente y bien interpretada, aunque algunos personajes están demasiado desdibujados. Se hace larga porque le falta metraje para crecer todo lo que necesita.

Julieta no enamora

No es probable que Pedro Almodóvar suba al escenario a dar las gracias por los reconocimientos. Su Julieta es una obra partida en dos: funciona cuando aparece Emma Suárez, descarrilla al salir a escena Adriana Ugarte. Tras el fiasco de Los amantes pasajeros, el drama de Almodóvar es un paso adelante pero se queda lejos de sus mejores títulos.

Y Bayona se pasa de llanto

Un monstruo viene a verme tiene muchas papeletas para hacerse con todos los premios en apartados técnicos. Tal vez, si los académicos valoran el esfuerzo evidente de dirección en un proyecto tan ambicioso, el de mejor director, toda vez que Arévalo no está y seguramente se lleve el de mejor dirección novel. Su mayor oposición, a priori, es la de Rodrigo Sorogoyen, que realiza un trabajo muy estimable en Que Dios nos perdone. Bayona, como siempre en su cine, se pierde al final por los excesos lacrimógenos.

¿La gran tapada?

Que Dios nos perdone podría ser la gran tapada de la noche. Cine negrísimo, como Tarde para la ira, y como ésta con imperfecciones, pero también robusto, con carácter, sin grandes fisuras en su desarrollo y de impecable ejecución.

Emma contra Bárbara

El duelo de actriz parece reducirse a dos: Emma Suárez, sensacional en Julieta, y Bárbara Lennie por su extraordinaria labor en María (y los demás). Las dos se lo merecen con creces. No se entiende muy bien la presencia de Penélope Cruz, cuya actuación en La reina de España es tan intrascendente como la película.

Duelo de titanes

Imposible hacer pronósticos en la categoría de mejor actor. Eduard Fernández por El hombre de las mil caras, Roberto Álamo por Que Dios nos perdone, Antonio de la Torre y Luis Callejo por Tarde para la ira están perfectos. Deberían cortar en trozos el Goya y dar un cacho a cada uno. Lo mismo se podría decir de las actrices de reparto (Candela Peña, Emma Suárez de nuevo, Terele Pávez o Sigourney Weaver). En cambio, y sin desmerecer el trabajo de sus compañeros, lo que hace el asturiano Javier Gutiérrez en El olivo (la gran olvidada de estas nominaciones) no es secundario, sin principal.