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Se acabó lo que se daba

De todas las sagas cinematográficas inspiradas por videojuegos de éxito tal vez sea Resident Evil la que más ha intentado respetado la esencia original ofreciendo espectáculos que, sin alcanzar nunca grandes cotas de calidad, sí han entregado productos que agradan al seguidor devoto sin avergonzar al espectador ocasional. Propuestas nunca memorables pero en las que casi siempre se podía encontrar algún detalle interesante en el planteamiento argumental más allá de la puesta en escena de todo tipo de fogonazos visuales con los que seducir la taquilla.

El capítulo final renuncia a cualquier tipo de veleidad para dar lo que esperan sus seguidores ansiosos de adrenalina. Deudora en cierto modo del último Mad Max, la despedida de Resident Evil arranca a lo bestia con jun susto y una persecución a toda marcha y lucha con rutinaria dedicación por mantener ese nivel de frenesí en un escenario apocalíptico por el que se mueven todo tipo de criaturas horrendas a las que liquidar con la truculencia debida.

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