-Ese olor? ¿son violetas? Nunca había conocido a nadie que llevara el perfume a juego con el color de los ojos.

"A menos de cinco centímetros" es la primera visita de Marta Robles (Madrid, 1963) a los escenarios pintados en claroscuro de la novela negra. Lo hace a partir de dos personajes que el aficionado al género en su versión más clásica reconocerá a las primeras páginas de cambio: el detective que convive con el desencanto y la mujer fatal. Dos seres marcados a fuego (en el cuerpo) que se mueven por territorios donde la amenaza se cruza con el sexo. Combinación altamente inflamable que recorre la acción cargándola de excitación en muchos sentidos. Incluido el sexto. Ella se llama Misia Rothman. Es muy hermosa y tiene la sensibilidad a flor de piel. Y de hiel, también. Está casada con un magnate del mundo de la comunicación y la vida (primero el corazón) le da un vuelco cuando conoce a un escritor afamado al que le gustan tanto las mujeres como los aeropuertos y las frases cargadas de trilita. Es un cínico de mucho cuidado, Misia, estate alerta. Armando Artigas es su nombre. Un tipo con mucha pasta que está hecho de la misma pasta que las pesadillas. Guaperas Y el detective sin amarras se llama Roures. Fue corresponsal de guerra (eso siempre curte, cicatrices en capas) y ahora se gana la vida rastreando infidelidades ajenas, cambió las cornadas propias por las cornamentas ajenas. Bien, tenemos ya a los dos personajes centrales. Un hombre de memoria llena de ruinas pero que es capaz de cualquier cosa por amor, leal y culto, alguien en quien puedes confiar. ¿Y qué pasa entonces? Pasa que Roures, coleccionista de tropiezos, conoce las sospechas de una joven periodista argentina que tiene una tenebrosa idea: el carismático y seductor. Artigas mató a su madre, de quien fue amante. Y no solo eso: hizo lo mismo con otras tres mujeres. ¿En serio? Un asesino con cuatro cadáveres a sus espaldas.

No puede haber novela negra sin una mirada cítrica a la sociedad en la que se mueven sus peones y reinas (más los alfiles cortantes y las torres caídas), y Robles lanza sobre su historia la convicción de que no solo hay buenos y villanos en el mundo, hay muchos matices de gris por el medio y dependiendo de dónde esté cada uno se puede actuar de una u otra forma. Mueran los maniqueísmos. Robles no se corta ni un pelo a la hora de abordar asuntos peliagudos que van desde la trata de mujeres y niñas en su versión más brutal hasta los niños soldado pasando por el antisemitismo o el papel de los periodistas en las guerras. Todo ello engarzado a un mosaico de realidades muy humanas con intimidades atravesadas por la culpa y el remordimiento, la infidelidad y el engaño. Y el sexo siempre cerca, siempre merodeando en distintos pliegues de hechos y lechos, unas veces a la fuerza, otras por amor quizá verdadero, tal vez por simple (y profundo) placer o? como tormento o? como? ¿compasión?