La muerte, esa gran inoportuna, acaba de truncar la vida y la obra de uno de los pintores asturianos más destacados de las últimas cuatro décadas. Rodolfo Pico Iglesias apareció ayer muerto, a las nueve y media de la mañana, en su estudio de la calle gijonesa de Álvaro de Albornoz. El artista, valdesano de 1953, aunque afincado desde su juventud en Gijón, inauguró el pasado mes de enero una muy elogiada exposición en el Museo Evaristo Valle, donde iba a impartir un taller este próximo fin de semana. Dueño de un mundo plástico muy personal, jovial casi siempre, en el que confluían el rasgo irónico y una aquilatada sentimentalidad, es uno de los autores importantes de la generación asturiana de los años ochenta, junto a su amigo Pelayo Ortega, Melquíades Álvarez o el también desaparecido Javier del Río.

El cuerpo sin vida del pintor fue encontrado por la asistenta que le limpiaba el estudio y la vivienda de la calle de Álvaro de Albornoz. Un mueble bloqueaba la entrada a la estancia, así que la mujer optó por llamar a la policía. A la espera de lo que dictamine la autopsia, todo indica que el óbito se produjo a causa de alguna de las enfermedades que padecía Rodolfo Pico. Se supone que éste no llevaba muerto más de veinticuatro horas, siempre según fuentes policiales consultadas. Enfermo crónico, Rodolfo Pico seguía un tratamiento para los brotes de epilepsia que sufría.

Su familia, artistas, galeristas y amigos estaban ayer consternados por el prematuro fallecimiento del artista. Más cuando éste disfrutaba aún del éxito de su exposición en el Museo Evaristo Valle, que tituló "Una geometría sonriente". Nada más exacto. El director de la citada instalación, Guillermo Basagoiti, no ocultó ayer un punto de abatimiento por la muerte de Rodolfo Pico:"El próximo fin de semana iba a impartir un taller para niños sobre los gatos". Uno de sus animales preferidos. Aún se recuerda la muestra que el pintor colgó en la galería Gema Llamazares en el año 2008, que reunió bajo la figura del felino doméstico: "De noche todos los gatos son bardos". Ya se sabe, Dios hizo al gato para que pudiéramos acariciar al tigre, que dijo el poeta. Hoy se celebra el funeral

El funeral por el descanso de Rodolfo Pico se celebrará hoy, jueves , en la iglesia de la Resurrección, en Laviada, a las cuatro y media de la tarde. El cuerpo se trasladará posteriormente al cementerio de Trevías, en Valdés, donde recibirá sepultura. La capilla ardiente está en la sala 11 del tanatorio de Cabueñes.

"Estaba en un momento excelente, tanto en lo personal como en lo profesional; muy ilusionado con la exposición que le hemos hecho en el museo", indicó Guillermo Basgoiti, quien describió a Rodolfo Pico como persona "muy jovial, muy informado, con muchas ganas de comunicarse". "Tenía bastantes proyectos, incluida una serigrafía a sacar antes del cierre de esta exposición", añadió.

Conmovido por la muerte de quien era gran amigo y colega, Pelayo Ortega encontró ayer, en el sentimiento de consternación por el inesperado fallecimiento de Rodolfo Pico, palabras para acercarse a la obra de un artista que forma parte de su misma generación, una de las más sobresalientes del arte asturiano: "Estaba pintando como nunca, desde una magnífica madurez".

Para Pelayo Ortega, el asturiano que más veces ha estado presente en la recién clausurada feria de arte Arco, Rodolfo Pico ha sido un "pintor realmente notable que, sin embargo, no tuvo el reconocimiento que merecía". "Estaba en un gran momento creativo", insistió, antes de encadenar: "El artista desaparece, pero su obra va a permanecer; era un gran pintor, de larga trayectoria y no siempre bien entendida".

Se ha escrito que Rodolfo Pico llevaba consigo, como una flor o una ansiedad, la nostalgia por la Gran Antilla de un padre indiano que se fue a Cuba quinceañero y regresó con canas. De ahí los transatlánticos de las pinturas del hijo. Y Juan Manuel Bonet ha subrayado el "afrancesamiento" del artista valdesano/gijonés. Lo cierto es que éste se adentra, con un peculiar tratamiento del color y del espacio compositivo, en una tradición pictórica gratamente gozosa en la que engarza con maestros como Miró, Arp, Calder, Torres-García o Dionisio del Santo. De ahí que titulara la exposición que aún se puede ver en el Museo Evaristo Valle, con el explícito "Una geometría sonriente".

El galerista Amador Fernández Carnero, propietario de "Cornión", llevó obra de Rodolfo Pico a Arco en varias ocasiones. Fueron condiscípulos en el Instituto Jovellanos. Abrió en varias ocasiones su sala de la gijonesa calle de La Merced. Ayer expresó su pesar por el fallecimiento de un autor que Rubén Suárez, crítico de arte de LA NUEVA ESPAÑA ha descrito como un "fecundo fabulador de imágenes". El pintor ha cultivado una escogida iconografía poblada de los referidos gatos, paraguas, peces, dirigibles, buques, Pinochos y Caperucitas, enigmáticas damas... Figurantes de una figuración de gran lirismo, emotiva o irónica (o las dos cosas a la vez), en la que no era difícil adivinar, quizás, la mano de quien ejerció durante cuatro años como decorador de interiores. Quería seguir, imaginamos, los pasos de otro valdesano ilustre, Gil Parrondo (dos "Óscar"), fallecido el pasado diciembre.

Gema Llamazares, galerista de la sala de arte homónima, fue otra de las personas que cuidó de la obra de Rodolfo Pico. Tres exposiciones, la última en el año 2008. "Tuvieron bastante éxito; era una muy buena persona; con sus cosas, pero entrañable", explicó la galerista. Y Llamazares subrayó la complejidad del carácter de un gran conversador en el que convivían ala vez el tipo jovial y el solitario.