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Del amor y otras soledades

María Tena aborda en "El novio chino" la relación sentimental entre dos hombres de mundos opuestos

El novio chino María Tena Fundación José Manuel Lara, 256 páginas, 19 euros

Aquella noche me acordé de ti. Siempre me he acordado de ti.

La posibilidad del amor. El conocimiento del otro: sus misterios y desvelos. El viaje trae descontrol: se altera la rutina diaria, cambian los escenarios, la soledad debilita, llega la fragilidad. Es duro: los valores y las ideas se pueden romper, o mudar. En ese meollo lleno de peligros nace una relación amorosa entre dos hombres. Se los presento: el sevillano Bruno y el campesino chino Wen (que ahora cambia su nombre por el de John). Su historia de amor nada convencional se desarrolla en el Shanghái que acogió la Exposición Universal de 2010. Dos seres tan distintos y distantes (re)unidos por la soledad en un universo extraño de un país lleno de contrastes en el que hierven los entresijos del poder y los atrasos de siempre conviven con la modernidad más arrolladora.

Las novelas de María Tena "tratan sobre la intimidad, sobre lo que no le contamos a nadie, sobre lo que más nos importa. Siempre me ha parecido que, como tan bien enseña Chéjov, lo más profundo y extraordinario de la vida de las personas sucede en lo cotidiano".

Ahí nace el gran desafío para la autora: "Lo difícil es saberlo contar".

Fue a China como comisaria de España en la Expo de Shanghái, "un trabajo apasionante e intenso. En seis meses visitaron el Pabellón más de 7 millones de personas. Pero, curiosamente, la novela trata sobre lo solo que uno se puede sentir uno en una ciudad de más de 20 millones de habitantes". Recuerda: "Vinieron desde el rey de Suecia hasta Robert de Niro y campesinos, empresarios, artistas, funcionarios, muchas familias, muchos niños... La noche del mundial fue apoteósica cientos de chinos gritando 'Viva Xibanyá' con la cara pintada y la camiseta roja. Todo era extraordinario. Y lo mejor, vivir en Shanghái, el Nueva York de China". Entre tantas mayúsculas, lo que inspiró a la escritora fue algo tan minúsculo "como el intercambio de una mirada entre dos personajes solitarios y antagónicos. Bruno y John, un español sofisticado, jefe de protocolo del Pabellón y un chino que acababa de llegar a la ciudad fugitivo de su padre y de su mísera aldea".

Decisión estratégica: "Les situé en Shanghái y luego en Madrid. Dos planetas distintos. En la novela les vemos atraerse, asistimos a sus malentendidos, a su pasado y a su destino. Vivimos con ellos la presión del dinero, de la corrupción y del poder en los dos países. Cuando la historia termina, los dos se han transformado. El encuentro les ha convertido en dos personas radicalmente diferentes".

"El novio chino" se desarrolla "en escenas muy concretas. Poniendo al lector en el centro del relato. Intentando que pasee por esa ciudad alucinante y mestiza que es Shanghái, que tome partido en esa relación de amor y de intriga. Emoción, detalles, conflictos, ésas son mis armas de escritora. Y también la brevedad y el esmero. Empiezo largo y recorto hasta dejar sólo lo necesario. El secreto para no aburrir. Los lectores me dicen que la historia engancha". Depurar, exprimir, corregir, descartar, ampliar reduciendo, profundizar desde la esencia. Casi nada: todo. Como escritora no se conforma con la vida tal cual es. Quiere sacarle "hasta la última astilla. El escritor, dijo alguien, negocia con la insatisfacción". Y de ello se beneficia el lector. Satisfecho.

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