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La Espuma De Las Horas

El murciélago censor y el gordo desdichado

Hays se convirtió en el verdugo del cine que arrastró al abismo al cómico Fatty, víctima de un cruel linchamiento social

William H. Hays.

William Harrison Hays fue durante algo más de veinte años -desde principios de la segunda década del siglo pasado hasta los cuarenta- el auténtico verdugo del cine americano. Era un tipo de enormes orejas de murciélago, dientes saltones como los de un conejo, la nariz ganchuda de un águila y los ojos de una rata. Primer presidente de la Asociación de Productores y Distribuidores de Cine de Estados Unidos, su famoso código consistía en la autocensura. Una vez le dijo a un director que lo práctico no era intentar mantenerse dentro de la ley buscando que una mujer cruzase las piernas de la manera apropiada, sino haciendo una película interesante sin que tuviera que cruzarlas.

Hace unos días se cumplieron 120 años del nacimiento de Roscoe Conkling Arbuckle, más conocido por Fatty, una de las personas más infortunadas de este mundo y víctima sobre la que se construyó el Código Hays cuyo fin era limpiar la imagen de Hollywood. Cuando fichó por la Paramount, las revistas del espectáculo publicaron que el secreto de Fatty residía no sólo en que el público se riera de él, sino con él, ya que el gordinflón no temía ser víctima de los chistes. Y así fue hasta que una inflamada opinión pública lo hizo llorar de desesperación hasta hundirlo en la miseria por un crimen del que fue absuelto y probablemente jamás llegó a cometer: la violación y muerte, durante una fiesta en San Francisco, de una aspirante a actriz de 30 años, empapada en alcohol, llamada Virginia Rappe, con la que había coincidido al principio de su carrera en Keystone, el estudio cinematográfico y fábrica del humor donde empezaron Charles Chaplin y Buster Keaton.

La Rappe ya le había mirado a los ojos a una distancia de centímetros a la mitad, como mínimo, del personal de Keystone, según escribió Jerry Stahl, en la recreación que hizo del famoso escándalo, pero muchos coincidieron entonces en que se trataba de una joven inocente y virgen víctima del apetito voraz de un monstruo depravado. Después de una agitada fiesta, el 5 de septiembre de 1921 en el hotel St. Francis, en la que todos tenían sed del alcohol prohibido por el acta Volstead y donde se bebió hasta el agua de los floreros, Maude Delmont, compañera de Rappe, testificó en contra de Fatty, al que se acusó, sin pruebas, de forzar a la aspirante a actriz, que murió a los pocos días de una peritonitis. Después de dos juicios, el jurado se pronunció de la siguiente manera: "La libertad no es suficiente para Roscoe Arbuckle. Creemos que se ha cometido una grave injusticia en su persona y que no hay la menor evidencia para involucrarle en modo alguno con ningún crimen". Pero casi nadie creyó al gordinflón y el calvario prosiguió después de la sentencia. Hoy ya apenas nadie lo ve culpable, pero entonces desde "The New York Times" hasta el "Examiner", de William Randolph Hearst, y sobre todo este último, se cebaron con Arbuckle. Los estudios se autocensuraron para sacudirse la ola "moral" de indignación. El código Hays había empezado a actuar.

En plena campaña contra aquel aprendiz de fontanero rollizo que descubriera Mack Sennett, unas damas agraviadas de Hartford (Connecticut) rasgaron la pantalla de un local donde se exhibía una de sus películas, casi al mismo tiempo que un centenar de vaqueros de Thermopolis (Wyoming) disparaba contra unos de sus cortos mientras se proyectaba en la sala del pueblo. El pobre Fatty, que se había hecho famoso lanzando tartas a los demás, no sabía dónde esconderse para huir de los proyectiles, huevos, tomates, y botellas, de quienes le culpaban de haberse sobrepasado y veían en Hollywood y sus escándalos la raíz de todos los males. Los cines del sur de California habían prohibido sus películas hasta que Jesucristo volviese a la tierra con una máscara antigás y un sombrero panamá. Hays fue el instigador del veto. Luego se arrepentiría pero ya era demasiado tarde. Arbuckle, que se había cambiado el nombre, moriría diez años después, en la habitación de un hotel, de un infarto. Keaton comentó que le habían partido el corazón.

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