Estamos ante "un libro inclasificable. A todos mis textos les ocurre lo mismo". Es una de las definiciones que el escritor Francisco G. Orejas (Mieres, 1957) hizo ayer en la librería Cervantes de Oviedo en la presentación de "El calcetín de Hegel" (Trabe), una obra con una "mezcolanza de textos literarios de ficción, aunque no todos. Los hay deudores de la historia o de la realidad", matizó el autor, licenciado en Periodismo y doctor en Filología Hispánica, además de tener una amplia trayectoria en el sector audiovisual.

Orejas explicó que es posible que para determinadas personas el libro exija una doble lectura, pero matizó que "no hace falta leer a los autores que se citan para entenderlo".

Precisamente la originalidad de la obra fue un argumento en el que se apoyó Esther Prieto, la editora, que describió "El calcetín de Hegel" como un "tipo de literatura que no se escribe en estos tiempos". Y añadió que se trata de una "serie de relatos individuales e irónicos".

Ofició de presentador y analista de "El calcetín de Hegel" el viceconsejero de Cultura, Vicente Domínguez, que reflexionó sobre esa indefinición en cuanto al género: "El autor ignora cuál es el género, pero sí se sabe muy bien si son relatos, memorias reales o artículos periodísticos". Y puso de referencia uno de los capítulos, "Su cadáver nunca se levantó", al que se refirió con posterioridad el autor.

Domínguez, que aludió en varias ocasiones a la no clasificación de la obra, sí que dijo que era "un libro inquietante desde un punto de vista intelectual, un libro que incita a seguir leyéndolo". El Viceconsejero valoró además sus referencias filosóficas y literarias, y concluyó diciendo que, efectivamente, es "un libro inclasificable escrito por un autor caníbal".

Orejas aclaró de algún modo esa mezcla de ficción, realidad o historia cuando dijo que el capítulo señalado por Domínguez, "Su cadáver nunca se levantó", era real "porque hablo de mi tío, capitán del Ejército en la República, que tenía 22 años cuando estalló la Guerra Civil". Ahora bien, mantuvo que su "escritura literaria tiene algo de arbitraria. Los textos me van surgiendo de modo gratuito y arbitrario", puntualizó. Aun más: "Me reitero en mis vicios de escribir así y crear estos artefactos". Porque, matizo, "aspiro a divertir al margen de cómo fuera 'El calcetín de Hegel'".

Las reflexiones, pues, apuntaron todas a esa combinación de relatos, a la ironía de "El calcetín de Hegel" y a la facilidad con que engancha la lectura de la obra: "La editorial, y no yo, dice que cuando se lee, uno se siente más sabio". Y sentirse así por unos pocos euros que vale el libro "es una maravilla", bromeó el autor.