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Hablemos en serie

"Luke Cage", la cara más dura del barrio

Netflix acierta en su adaptación de las peripecias del superhéroe negro de Marvel en un Harlem sombrío

A Mike Colter no le gusta poner la otra mejilla.

Circula por ahí la errónea idea de que a Quentin Tarantino no le gusta la serie Luke Cage (Netflix). Pues no. Lo que dijo Tarantino es que es un gran fan del cómic y que se planteó en su día adaptarlo al cine antes de Pulp fiction. Lo que no le gusta es pasar la acción de los años 70 a la actualidad. ¿Por qué? Porque en su origen era un buen ejemplo de "blaxploitation" (cine de explotación negra en forma de cómic de superhéroes), terreno especialmente querido por el cineasta (recordemos que uno de los iconos del género, Pam Grier, protagonizó Jackie Brown, su obra más redonda).

Si dejamos los prejuicios (propios y ajenos) en el felpudo se puede disfrutar abiertamente de Luke Cage, un superhéroe con una fuerza descomunal y una piel indestructible (salvo que le disparen traidoras balas Judas). Sólo le falta volar. No salva al mundo mundial. Se conforma con ser un héroe de Harlem que no necesita disfrazarse para ir por ahí. De hecho, cuando al final de la temporada uno de los supervillanos sí lo hace, resulta chocante. Casi ridículo. El arranque es muy tarantiniano: una larga conversación (aquí se habla mucho más que se pelea, aviso para impacientes) en una barbería sobre baloncesto. Prohibido el lenguaje soez: quien lo use paga multa para el bote de las groserías. La trama avanza sin prisas pero, menos mal, sin pausas. No hay grandes sobresaltos ni te explican a las primeras de cambio todo el currículum del protagonista. Y pronto quedan claras dos cosas: la realización es muy sobria y casi (casi, insisto) realista y en el reparto no hay desequilibrios como sí ocurre en Iron fist (otra serie a reivindicar, pero menos). Mike Colter y Mahershala Ali son buenos actores, los secundarios están bien elegidos y no hay personajes que se vengan abajo por una mala elección en el casting.

A Luke Cage no le pica un bicho ni viene de otro planeta. Tiene un pasado complicado (hombre de ley caído en desgracia y sometido a un... spoiler desactivado). "Soy un fugitivo". "Vivo mi vida día a día". Cuesta verle una sonrisa en la cara dura a este hombre, ni siquiera en momentos casi (casi, insisto) románticos. Le persiguen las sombras, sufre y entre sus planes no figura ser un héroe, pero el hombre propone y Marvel dispone.

"¿Quieres ir a tomar un café?" "No me gusta el café". "A mí tampoco". En otras palabras: vayamos a casa poner a prueba el colchón y dejémonos de preliminares. El romanticismo pierde frente a las urgencias del deseo. Luke Cage no es previsible ni en sus personajes ni en sus giros dramáticos. De hecho, cuando menos te lo esperas se cargan a un personaje importante y las cosas & fosas cambian de sitio brutalmente. Hay violencia sin excesos y en algunos capítulos pesa más todo el entramado de guerras entre mafiosos (negros e hispanos) que el tinglado de superhéroe enfrentado a todo tipo de males y, encima, perseguido por la ley. Hay diálogos con percutor de cine negro ("Jesús salva. Yo no"), cruces de dramas y pasiones explosivos, frecuentes guiños a Coppola (crímenes pespunteados por actuaciones musicales) e, incluso, referencias literarias a grandes como Walter Mosley. En fin: una serie moderadamente reivindicativa y más que sólida, que se disfruta y siempre deja con ganas de más. Amigo Quentin: tú te la pierdes.

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