Él marido de mirada torva ordena a su esposa en la noche de bodas que se quite el camisón. Ella lo hace. Él la observa en silencio. Ella espera. Él se desviste, apaga la luz y se mete en la cama. Le da la espalda. Duerme.

Despierta, mujer. Lady Macbeth parece ir por ahí: cómo una joven casada (Katherine, encarnada de forma notable por Florence Pugh) mediante transacción comercial, atendida por una criada negra que es testigo pasivo, y sometida a corsés de todo tipo (y el físico que la aprieta no es el que más ahoga) decide protagonizar su propia liberación en una sociedad que desprecia lo femenino cuando no se limita a la servidumbre conyugal. Eternamente cansada (se duerme en cualquier sitio) y aburrida, vigilada por su suegro carcelero y el cura de turno mientras su marido pasa de la observación a la masturbación poniéndola de cara a la pared. Cuando penetra en su vida un mozo de cuadra impetuoso y turbador que le abre las puertas a un mundo de sensualidad abrupta y adictiva, Katherine no solo libera sus sentidos sino también unos instintos tóxicos. Criminales.

De pronto, Lady Macbeth se convierte, sin aspavientos ni trampas, en una cinta de suspense con pliegues de terror. Rodeada de miserables (el suegro humilla a la criada obligándola a ponerse a cuatro patas para tratarla como un animal porque "te comportas como un animal"), Katherine pasa a ser verdugo dominando sin perder sus aires de víctima. Y la pasión es una vía rápida para la toma de decisiones radicales, que incluye un asesinato tan atroz que cualquier atisbo de simpatía hacia ella se desvanece al instante.

Se podría citar varios maestros del cine como posibles influencias del director William Oldroyd (imposible no pensar en Dreyer en esa escena en la que fotografían a Katherine junto a un ataúd pegado en vertical a la pared con un inquilino inquietante), y también de la pintura, pero Lady Macbeth tiene personalidad propia y perturba a quemarropa con su envenenada crónica de una pasión que libera y cautiva y que explota en un desenlace que supura todas las sombras de una sociedad gangrenada.