Bruce Springsteen, bautizado "jefe" (apodo que no es muy de su agrado) natural de la escena rock desde hace décadas, no logró engordar la nómina de los Premios Princesa de Asturias para la música popular; o mejor, no se logró colocar en el palmarés un galardón más para la gran farándula si sumamos a premiados como Paco de Lucía, Cohen (que fue de las Letras) u otros fuera de la música pero de escena hermana tal que Coppola o Woody Allen, por citar nombres más bien alejados de las élites que bendicen este tipo de distinciones.

Un trabajo por hacer tras observar el agitado debate mundial que hubo en torno a la concesión de Nobel de literatura a Bob Dylan. Al trovador le dio por no acudir a recogerlo e incluso tardó en comunicar su satisfacción o lo que fuere por tal condecoración. El autor de "It´s all over now, baby blue", por citar una de esas letras suyas que necesitan traducción de la metáfora a la realidad, tampoco se pasó por Asturias a recoger su entonces Premio Príncipe de Asturias. Aunque, en realidad, hubiera sido suficiente con que cambiara la gala del Campoamor por un concierto que sumase a sus otras dos presencias asturianas. Dos actuaciones memorables, especialmente la que ofreció en el teatro Jovellanos de Gijón, segunda en la ciudad, que fue como estar en el salón de casa escuchando al mismísimo Dylan.

Bruce Springsteen es como más de casa y está absolutamente identificado por sus tres conciertos en Gijón; conciertos con variedad de formatos (con y sin la "E Street Band") y todos totalmente energéticos y en conexión con la gente. La primera vez que vino, 1993, "salió a hombros del público del Molinón" y ya tuvo uno de esos detalles de cercanía difícil de ver en el mundo de las estrellas de rock, como fue sacar medio cuerpo de la furgoneta tintada, la que lo iba a trasladar del aeropuerto a Gijón, para saludar y, al menos, que se pudiera conseguir una foto. ¡Evidentemente con poco nos conformamos! Pero otros (algunos de ellos artistas domésticos) no regalan ni las migajas

Springsteen, que en los primeros setenta fue considerado el "nuevo Dylan" (luego derivó al rock con todas sus liturgias para satisfacción de la escena ochentera y siguientes), cumple los mandamientos de los grandes de la escena: cercano, aunque no se acerque mucho; y, sobre todo, auténtico y entregado con unas sesiones en directo que andan siempre por las tres horas y media. Tiene además esa pose de profesional de a pie que contagia desde el escenario: nada de envoltorios y mucho de guitarrazos, baterías, vientos€y voz total para conseguir que cada concierto suyo sea una placentera comunión con la gente, que es el modo más contundente de su cercanía, junto a la imagen de hombre de la calle. Regresó a Gijón diez años después y fue igual de celebrado. Y una más cercana, en el año 2013. Ahí ya dio otra muestra de vecindad, de hombre del barrio. El año trece fue la era dura de los recortes, años de plomo para sueldos y años terribles en muchos países, con guerra, muerte y hambre: "Corren malos tiempos. En América, en España, en Gijón. Espero que vengan tiempos mejores dijo a sus miles de fieles en el Molinón antes de tocar "Jack of all trades".

Tan de casa (o así) es Springsteen, que hasta su esposa, cantante, guitarrista y compositora Patti Scialfa se pasó unos cuantos días en Gijón acompañando a su hija en las competiciones del hipódromo de las Mestas. Ella, en conversación con LA NUEVA ESPAÑA entonces, también reflejaba la forma de entender la vida de la pareja: "Me crié con la cultura de que hay que trabajar muy duro para ganarse la vida", dijo. Para añadir que ella y Bruce hacían sus trabajos sin entrometerse uno en el otro "sean o no bienvenidos".

No hubiera estado mal (tampoco lo está el designado, claro) conceder el premio a Springsteen, más que nada porque, viniera o no a recogerlo, algo visible haría para agradecerlo. Pudiera ser un concierto íntimo, o así; que, al final, es lo que interesa a la afición.

Y ya que no pudo ser es un buen momento de reclamarlo para una ristra de grandes artistas españoles (no citamos para no entrar en debates; pero es muy probable que valga el que se imagina usted y el suyo también) y ya puestos a "barrer" por cuestión de gustos también toca reclamar a "Les Luthiers", que son música, humor y filosofía de vida (arte puro), y, cómo no, dar una alegría a los "stonianos" e intentarlo con los "Rolling Stones". ¿Se imaginan a Keith Richard y Mick Jagger en el escenario del Campoamor ante tanta solemnidad? Si el problema es por su rebeldía es algo que ya dejaron atrás. Como bien dijo un crítico norteamericano, en los años sesenta desafiaron a la buena educación; ahora (entonces era 2005, creo) desafían a la edad. Es más pueden ser tan familiares que Mick Jagger puede acudir hasta con su biznieta. Sería toda una "satisfacción" para casi todos; además de tener los Premios Princesa de Asturias colocados en las pantallas de todo el mundo un par de meses o tres, o cuatro€

La solución es crear el premio Princesa de Asturias a la música rock, pop y sonidos colaterales. Vamos, el premio a la música popular.

Por cierto, cuenta un garganta profunda que Morricone estuvo apunto, que el balón rozó el larguero. Hubiera sido otro maravilloso y justo premio. Pero los premios suelen ser siempre justos.