Hace meses se estrenaba Loving, una notable cinta de Jeff Nichols sobre los problemas de un hombre blanco y una mujer negra para amarse con normalidad y tener una vida de pareja oficial en la América más profundamente racista y mentecata de los años 50. El reino unido cambia los papeles (ella es blanca, él es negro) y eleva la situación, también basada en hechos reales, a una cuestión de estado porque resulta que el marido es el príncipe Seretse Khama, rey de Botsuana,y ella una londinense sin coronas ni títulos. Y estamos en los años 40/50, y la sociedad británica era (¿es?) tan racista y mentecata como la americana (pero más flemática, claro), aunque tampoco se salvan los propios parientes de Seretse que no ven con buenos ojos a la intrusa blanca. Vamos, que en todas partes se mira con lupa algo tan superficial como el color de la piel. Aquí, a diferencia de Loving, no salen conflictos menores con funcionarios de segunda fila. No: estamos ante auténticas pugnas de Estado, conflictos internacionales, discursos de inflamada retórica, primeras figuras políticas ( Churchill incluido al fondo) y consecuencias históricas de algunas decisiones. Pero Un reino unido es una nadería y Loving no. Primero, porque el guión es endeble, previsible, plagado de tópicos y plegado a intereses descaradamente comerciales, pasando de puntillas o ninguneando cuestiones sangrantes. Segundo, porque aunque no sean malos actores (tampoco extraordinarios), ni Rosamund Pike ni David Oyelowo, dan nunca la sensación de que se aman realmente. No hay química y sus personajes nunca cobran vida amorosa por más estampas bonitas que les creen. Y tercero, porque la realización es tan plana que a ratos llegar a parecer apática, sin lograr nunca conmover aunque las escenas (conflictos sentimentales y tribales) estén pensadas para ello. En fin: una cinta que podría venir apadrinada por Disney indirectamente.