Habría que remontarse tal vez a Master & Commander (catorce años ya) para encontrar en el cine de este siglo un ejemplo tan cristalino, honesto y vigoroso de cine de aventuras. Aventuras analógicas con un punto negro de locura. La obsesión en la obra maestra de Peter Weir de vencer a un enemigo neblinoso, la obsesión aquí de encontrar un lugar que quizá solo exista en la imaginación. La obsesión de explorar fuera en busca de respuestas a las preguntas del propio paisaje interior. Que sea James Gray el encargado de llevar a buen puerto esa malaventura hedonista y salvaje es bastante coherente si se tiene en cuenta que todas sus obras anteriores, magníficas todas ellas a excepción de la muy interesante pero irregular El sueño de Ellis, son también una invitación a indagar en los parajes más ocultos de la condición humana pero navegando por las aguas turbulentas del crimen o la pasión mientras el mundo real se descose alrededor. Z podría entenderse también como una metáfora de lo que significa hacer cine hoy en día (un sueño, una ilusión, compromisos con el arte y peajes comerciales que envenenan el noble arte de contar historias) y, en ese sentido, no es casual que la película se haga más intensa, sombría y arrebatadora en su tramo final, cuando Gray engarza sus torbellinos visuales con los de otros directores menos cuerdos como Coppola o Herzog. Cine radicalmente clásico por ser batalladoramente respetuoso con el espectador (aquí se sigue el ritmo que necesita la historia, no el que impone la impaciencia de las butacas), interpretado sin fisuras (sorprenden Pattinson y Hunnam, lo admito), con un aprovechamiento máximo de los escasos recursos para tan ambicioso proyecto (infernal rodaje, cuentan) y una fotografía de Darius Khondji a la que le queda pequeño cualquier elogio.

Es una película hermosa sin adornos, trágica y luminosa a la vez, triste y al mismo tiempo entusiasta, libre de imposturas al servicio de la modernez trasnochada y que convierte a sus personajes en seres humanos de carne y sueño dominados por impulsos, pasiones y atrevimientos sin control. Y es, además, una emocionante travesía por los caminos de la amistad, del amor, de la paternidad.

No sé si ha quedado claro lo mucho que me gusta esta película. Empezaré de nuevo: habría que remontarse tal vez a...