Un historiador británico, de apenas treinta años, revolucionó la historiografía española en 1961 con un libro que marcaría un antes y un después en el estudio de la contienda bélica que dividió el país entre 1936 y 1939. Este hispanista era Hugh Thomas y su libro, "La guerra civil española", publicado en París por Ruedo Ibérico, sería la obra de referencia para las siguientes generaciones de investigadores que estudiaron el conflicto. Pero Thomas, que falleció este fin de semana a los 85 años de edad, era además un enamorado de Asturias, región en la que veraneó durante años y a la que dedicó un singular libro de viajes: "Carta de Asturias".

El volumen, publicado por Gadir en 2006, es un viaje por la geografía y la historia de Asturias, un recorrido personal, de la mano de sus gentes, en la que Thomas glosa las figuras de Clarín y Jovellanos, así como el legado de los indianos.

Del gran político gijonés, escribía Thomas que era "el mayor defensor de la Ilustración en España", y reivindicaba especialmente la calidad de sus textos: "Los diarios escritos por Jovellanos entre 1790 y 1796 son los únicos diarios políticos escritos en español hasta la aparición, en la década de 1930, de los muy diferentes diarios de Manuel Azaña, y son, en casi todos los aspectos, intelectualmente superiores a estos. Los originales se destruyeron en la Guerra Civil, durante el sitio del cuartel de Simancas, en Gijón, pero para entonces ya se habían copiado e impreso, y siguen siendo lo más parecido que tiene España a un Arthur Young o un Tocqueville".

La Guerra Civil, como no podría ser de otro modo, tiene un espacio importante en el volumen, aunque donde realmente se aprecia el amor de Thomas por Asturias es en los pasajes en los que cuenta, en primera persona, sus vivencias en la región. "En octubre del 2000, alquilé una casa en un pueblecito, Muros, no lejos del mar, en la desembocadura del río Nalón", relata Thomas, que continúa: "La casa que alquilé era nueva, básica, bien diseñada y acabada y amueblada con buen gusto en un estilo minimalista. No era en absoluto mi estilo, pero estaba muy bien. Fuimos los primeros inquilinos y, aparte de mi casera y su familia, nadie más había dormido en ella. Tenía un gran salón con una chimenea en un extremo y un dormitorio con baño en la planta baja; en el primer piso, había cuatro dormitorios, cada uno con su baño. Todas las habitaciones estaban amuebladas en un relajante -o sobrio—tono gris, y la decoración era elegante. En la cocina, había maravillosos juegos de cuchillos, tenedores y vasos. Yo tenía una estupenda habitación en el ático para trabajar, con ventanales en todos los lados, que me permitían ver las montañas y el mar y, como descubrí después, también las frecuentes tormentas. La habitación daba a un patio de escuela, por lo que el agradable bullicio de los niños que en él jugaban llegaba hasta mí cada mañana".

También dedica el hispanista hermosos pasajes a Llanes, donde trabó amistad con el indiano Juan Antonio Pérez Simón, a quien visitó en su casa de Niembro, con el jardín repleto de estatuas: "El San Juan de Dalí es la mejor de ellas", asegura el hispanista, "La casa es moderna y las habitaciones están cara a la montaña, no al mar. Sobre una colina, Juan Antonio ha construido una capilla en un estilo tradicional. Como él mismo dijo, esta propiedad es una ´atalaya extraordinaria´. He pasado muchas noches agradables ahí y he cenado excelentemente con gente muy interesante cuando venía de Oviedo, y también con la gran familia de Juan Antonio, su mujer, Josefina, y sus hermanos, que ahora dominan la zona. Una vez vino la cantante Rocío Dúrcal, una mujer encantadora que besó a todos y estuvo un buen rato cantando".

"La Regenta", las playas asturianas, las minas de carbón de las cuencas, los puertos pesqueros, la emigración en América€ nada escapa al ojo clínico de Thomas, a su distinguida pluma, con la que el gran hispanista dejó testimonio de su relación íntima con Asturias.