Ante la espectacular retirada de las subvenciones públicas a las grandes instituciones culturales brota una petición de auxilio a un mecenazgo social sin tradición en España. Convencidos sus directivos de que tras la penosa crisis sufrida por las clases más débiles nada volverá a ser igual que antes, toca picar a la conciencia de los ciudadanos con reclamos tentadores para suplir unas ayudas públicas que en muchos casos alcanzaban el 50 por ciento de sus presupuestos. Cuando los recursos flaquean, hay que dar rienda suelta a la imaginación y ponerse manos a la obra. El Museo del Prado ha creado hace un año la página American Friends para donaciones de Estados Unidos y ya ha conseguido atraer un "velázquez" inédito, un retrato de Felipe III, regalado por un hispanista de Tennessee, el filántropo William B. Jordan.

"Si queremos tener instituciones de élite, hace falta dinero", se arranca Miguel Falomir, flamante director desde el 14 de marzo del Museo del Prado, quien junto al responsable del Thyssen, Evelio Acevedo; el subdirector del Reina Sofía, Michaux Miranda, y la presidenta de la Fundación Museo Sorolla, Blanca Pons-Sorolla, invocan al "give back" de los patrocinadores de arte norteamericanos para devolver parte de su riqueza a una sociedad que les ha retribuido su esfuerzo con largueza. Los cuatro, reunidos por el Círculo Fortuny, que engloba a las empresas de alta gama de España, abogan por una reforma de la ley de mecenazgo de 2012 con mayores incentivos y ventajas fiscales para animar a las grandes fortunas y a los particulares a colaborar en la preservación de los tesoros artísticos que dan lustre a las pinacotecas españolas.

"Es una pena que en este país se vilipendie a los protectores del arte en vez de alabarles", lamenta el nuevo director del Prado, institución que ha capeado la crisis económica gracias a la venta de entradas y objetos publicitarios, pero, sobre todo, a las donaciones de los 37.000 amigos del museo que aportan desde 25 a 4.000 euros anuales.

La principal pinacoteca de España, uno de nuestros grandes atractivos turísticos, ha conseguido una autofinanciación del 72 por ciento, similar a la del Metropolitan de Nueva York, a pesar de haber perdido la mitad de las ayudas públicas. Ahora que lo peor parece haber pasado, Falomir espera que el compromiso público con la cultura comience a salir del profundo letargo sufrido durante esta larga y penosa crisis para ayudar a equilibrar los 42 millones de euros presupuestados para este ejercicio, volcado ya en los preparativos para celebrar por todo lo alto en 2019 su bicentenario.

El Prado estará presente en todas las comunidades españolas en su 200.º aniversario, avanza su director, un enamorado de las fantásticas telas de los pintores venecianos, firmemente decidido a que la calidad predomine sobre la cantidad en la programación de los fastos de este museo que tiene más de 2.000 obras en depósito repartidas por toda España y guarda 3.000 lienzos en sus almacenes. De lo que Falomir apenas quiere hablar es de aquella vieja cantinela de que el Prado recupere el "Guernica" que exhibe el Museo Reina Sofía en el triángulo del arte de Madrid. "Cualquier institución querría tener ese cuadro, pero creo que está bien donde está", zanja tajante, sin valorar la política reivindicativa de su predecesor, Miguel Zugaza, a quien sin embargo considera el mejor director de la historia del museo.

"El Guernica pertenece a todos los españoles y, con independencia de lo que quisiera Picasso, el cuadro fue un encargo de la República y la deuda quedó saldada cuando se le pagó", justifica.

A la par de una nueva legislación más generosa con los mecenas, Falomir es partidario de concienciar a los ciudadanos de la importancia de las obras de los museos para que se animen a aportar su granito de arena y apoyen a las instituciones culturales en nuevos proyectos y a garantizar la conservación, el conocimiento y la difusión del rico patrimonio cultural español.

"El arte es un servicio público al que no se le puede exigir rentabilidad económica", añade Evelio Acevedo, artífice de la salida a flote del Museo Thyssen de aquella "tormenta perfecta" de 2012 cuando perdió parte de la financiación pública y se quedó sin el generoso patrocinio de Caja Madrid, hundida como otras cajas de ahorros en el violento torbellino financiero-inmobiliario que sacudió al país.

"En España no hay tradición de mecenazgo ni de coleccionismo", lamenta Acevedo, para quien resulta "inexplicable" la "estigmatización" social de los escasos mecenas existentes. Mano derecha de la baronesa en la pinacoteca del Paseo del Prado, denuncia contundente "la falta de generosidad de España" con Carmen Thyssen.

El apoyo económico público es importante, subraya Michaux Miranda, "pero hay que implicar a la sociedad en esa política". Los incentivos fiscales serán insuficientes si la gente no valora su patrimonio artístico", argumenta el subdirector del Reina Sofía, un museo con 6.000 amigos y lanzado a la búsqueda de aportaciones corporativas e individuales para llevar lejos a la pinacoteca dedicada al arte del siglo XX y contemporáneo.

La misma idea defiende la presidenta de la Fundación Museo Sorolla, que buscará el apoyo de sociedades paraguas que le den entidad jurídica y social en Estados Unidos para captar donaciones extranjeras que contribuyan a preservar la ingente obra de su bisabuelo, cuyos cuadros adornan muchas instituciones norteamericanas. Al mismo tiempo, Blanca Pons-Sorolla está empeñada en poblar de escolares la casa-museo del pintor valenciano, en pleno centro madrileño, donde se guardan los recuerdos del artista para que los niños aprendan desde pequeños a valorar el arte.

"Sólo así seremos capaces de cambiar la mentalidad para que de una vez por todas sea consciente de la importancia de conocer, valorar y cuidar nuestro patrimonio, del que podemos sentirnos muy orgullosos", concluye.