Cambiamos al patito feo por un gorrión huérfano, le damos un sueño por el que luchar (quiere ser una cigüeña y actuar como tal porque ha sido adoptado por una familia de esas aves) y le metemos en una odisea en la que su aparente fragilidad no será óbice para que muestre un valor y una determinación admirables. Por el camino conocerá a otros personajes inadaptados como él y, aunque no sea una película de Disney, encontrará un mensaje optimista de autodescubrimiento y emotividad digital. Realizada por productoras de Alemania, Bélgica, Luxemburgo y Noruega, esta modesta y amena animación multieuropea de bajos vuelos aprueba por los pelos. O por las plumas.