Escuchando "In a sentimental mood", por Coltrane, uno puede imaginarse la ciudad tras la lluvia, silenciosa como una playa en invierno, y el ruido del tráfico emulando a la marea. El neón que duerme en los charcos, como escribió Geoff Dyer. Pero también recrear cualquier otra situación. El jazz, una música urbana moderna que llegó a conocimiento del público por primera vez en Nueva Orleans a principios del siglo XX, ha sido desde entonces un fuerte vehículo de sentimientos y emociones. Una forma espontánea de magia musical que habita el reino de lo poético y de lo milagroso.

En la ópera o el rock, el público sabe más o menos qué esperar. Pero el jazz es ecléctico, sorprendente. En gran medida se debe al arte, a menudo mal entendido, de la improvisación. Ted Gioia, compositor, crítico, profesor, pianista y productor musical, además de autor de algunos de los mejores libros sobre el género, explica cómo la improvisación es otra cosa distinta a una colección aleatoria de sonidos. Lo hace en "Cómo escuchar jazz", un precioso libro que acaba de publicar Turner, que en apenas algo más de 200 páginas incluye la mejor pedagogía que conozco para atraer nuevos aficionados a un tipo de música tan especial como esotérica.

La tendencia en la improvisación de los intérpretes a reflejar su psique es uno de los rasgos más encantadores y distintivos del género que, según Gioia, tiene en la calidad del éxtasis rítmico su punto culminante. En los exuberantes solos de Louis Armstrong y Charlie Parker y las reflexiones íntimas de Billie Holiday y Chet Baker, la música crece a partir de la rítmica, del abrazo entre el bajo y la batería. El sonido más satisfactorio y único, la fuente secreta del swing, como escribe el propio Gioia. El autor explora el fraseo musical, la dinámica y el tono construido sobre un modelo africano impreciso que puede sonar extraño a los oyentes entrenados para apreciar un ideal clásico de la pureza. No hay pureza en el jazz que Gioia pretende desmitificar y hacerlo accesible a cualquier persona dispuesta a abrir los oídos. Para ello encuentra el camino entre la escritura periodística y la explicación académica. En "Cómo escuchar jazz" está todo, las grabaciones, los estilos, los grandes hitos, el efecto psicológico sobre los oyentes, y también un apéndice con la lista de "150 maestros al principio o mediados de su carrera". En este caso lo suficientemente subjetiva para que no estén todos los que son, ni sean todos los que están.

El libro está repleto, además, de interesantes observaciones sobre los músicos. Su autor asegura que para definirlos confía más en lo que componen que en su biografía. A Miles Davis, por ejemplo, se le consideraba grosero, agresivo y violento, pero la música cuenta de él una historia distinta. Cuando Gioia lo escucha tocar la trompeta piensa que no podría hacer la música que hizo sin una predisposición a la ternura y la vulnerabilidad. Leer "Cómo escuchar jazz" deteniéndose en las audiciones que propone ayuda a zambullirse una y otra vez en la prosa, que al igual que el sonido que promociona está dotada de gran ritmo.