A priori apuntaba como el concierto estrella de la presente Primavera Barroca, lo escuchado -a falta únicamente de Savall y su hijo- lo confirmaría, aunque con matices. Pertinentes las declaraciones a LA NUEVA ESPAÑA del siciliano sobre el snobismo en la interpretación actual de la música barroca, o sobre la estrategia de marketing en la que "los intérpretes han ocupado el lugar preferente en el que deberían estar los compositores", y critica, también, la supuesta "verdadera forma de tocar las obras del Barroco", en la que "se ha buscado por una oposición radicalmente a la música romántica y no por medio de la investigación", rematando con una afirmación contundente: "sobrevivir en el mercado de la música hoy día es hacer mucha prostitución". Ironizó sobre el repertorio, "no queremos limitarnos a tocar 'Las cuatro estaciones' una vez más". Biondi también se manifestó en otras ocasiones contra los intérpretes que presumen de presentarse ante el público haciendo música como una réplica exacta de cómo se haría en el tiempo en que fue compuesta. Todo esto nos suena. Nada de corporativismos ni el autobombo. Efectivamente el concierto de "Europa Galante", con su indiscutible liderazgo, mostró, centrado en la figura de Vivaldi, una parte esencial de la culminación del Barroco, para lo cual se requiere, además de criterio, un solista de élite. Obviamente, aun con una pequeña orquesta que ha funcionado como el soporte idóneo, sin un Biondi no puede tener el mismo efecto. La primera parte ya apuntó hacia dónde irían los tiros, con el primer Concierto para dos violines RV 522 o con el Concierto para viola d'amore y laúd RV 540, pero fue en la segunda parte cuando el tour de force -con los tres conciertos para violín seguidos, el RV 189, el RV 222 "dedicato alla Signora Chiara" y el RV 367-, se convirtió en una muestra de virtuosismo violinístico.

El estudio del estilo musical está en Biondi al servicio de las obras maestras que interpreta, no puede ser de otra manera. En ocasiones parece que tocar con criterios historicistas es en sí mismo el único interés de algunos grupos sobre el escenario cuando el virtuosismo brilla por su ausencia. Biondi sorprende con el dominio del arco, de los diversos golpes de arco en un rico abanico de efectos violinísticos, lo que para él, siempre ha sido y es, esencial. Cuando lo requiere insufla tensión, brillo con un sonido que parece titilar casi desparramado por la sala; en otras la concentración expresiva se vuelve menos ligera, el legato se convierte en protagonista con una sonoridad plástica densa. La cuerda utilizó la afinación por quintas puras -no en la primera cuerda de la viola d'amore, afinada en re en vez de mi-, y no con la afinación mesotónica habitual en el repertorio barroco, lógico, un programa de estas características, con obras en tan diversas tonalidades lo hace necesario. Los matices vienen porque los dedos de Biondi no siempre obedecieron con la misma precisión, en algunos momentos la afinación no siempre resultó exquisitamente pulcra, y en otros la pulsación no era "una" entre el solista y la orquesta, como si en Biondi estuviera más excitada y el resto de los músicos dudaran al seguirle; por otro lado la sonoridad, de un arco muy pegado a la cuerda y muy cercano del puente, resultó en general bastante incisiva, rompiéndose con cierta facilidad. No obstante, con los matices que se quieran o no, el Vivaldi de Biondi ha sido, y tal vez sigue siendo, una referencia y su rúbrica una garantía, aunque nadie puede firmar siempre la mejor faena.