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Una historia imborrable

Rosario Raro se inspira para "La huella de una carta" en el consultorio de Elena Francis y el horror de la talidomida

Una historia imborrable

Nos vamos a la Barcelona del año 1962. Allí conocemos a Nuria Somport. Está casada con Máximo Zafara, un agente comercial italiano casi siempre ausente. Tienen dos hijos pequeños, Marc y Mireia. A Nuria le falta una gran pieza que complete el puzzle íntimo: sentirse plenamente realizada haciendo algo que le proporcione el oxígeno de independencia que respiraba antes del matrimonio. Y llega la oportunidad: el popular consultorio radiofónico de Elena Francis necesita manos que respondan a las cartas que llegan planteando problemas sentimentales o pidiendo información de todo tipo y condición. O reclamando consejos de belleza, que por algo el programa está patrocinado por un laboratorio cosmético. El tinglado radiofónico, regido por criterios profundamente machistas y reaccionarios con un sacerdote vigilando todo lo que sale en antena, es un espejo perfecto de la sociedad española de la época, en la que la mujer está condenada a tener solo un papel de madre y esposa, un ser inferior sin apenas derechos. Nuria entra a trabajar en esa maquinaria y se ve obligada a dar respuestas encadenadas al nacional catolicismo más implacable. Un día recibe una carta que no se parece en nada a las otras: la amante de un hombre influyente relata en ella escalofriantes casos de nacimientos de bebés desmembrados. Nuria pide ayuda al ingeniero químico del laboratorio, Boro y ambos descubren que las madres de esas criatura tomaron unas pastillas concebidas para eliminar las náuseas del embarazo. Un fármaco con un principio activo llamado telamón. Investigados por un detective contratado por Máximo y por otro investigador que hace lo mismo con ellos y con su colega (atención al torbellino que se avecina), Nuria y Boro contactan con un médico alemán que está al tanto de casos iguales ocurridos en Alemania?

Solo con esos materiales, Rosario Raro tendría material de sobra para tejer una novela absorbente y llena de contrastes (la turbia historia de la talidomida, llamada telamón en la novela, intriga, vaivenes sentimentales, cruces de destinos, opresión social de la "dolorosa vida cotidiana de este país", amenazas de las sombras del poder?) pero quienes disfrutaron de Volver a Canfranc sabe que Raro no se conforma tan fácilmente y en sus páginas hay un asesinato de consecuencias impredecibles, una peliaguda trama criminal con la búsqueda cosmética de la eterna juventud, amores acorralados y (engarzamos con la novela anterior de la autora), la posibilidad de que el telamón tuviera su macabro origen en los laboratorios de Hitler -donde la ciencia viajaba por los raíles del horror- cuando se buscaba un antídoto contra el gas sarín. Aunque la historia de amor entre Boro y Nuria sea la más importante del libro, hay otras secundarias que lo enriquecen, sobremanera la de la mujer danesa que no envejece gracias a los experimentos nazis y el soldado alemán al que amó desesperadamente y?

El siniestro consultorio de Elena Francis, que empezó en los años 40 y terminó (pásmense) a principios de los 80, recibía entre 25.000 y 30.000 cartas mensuales. Por supuesto los asuntos más escabrosos, eran exterminados. Su sintonía era hipnótica. Como hipnótica es esta novela que mitiga un "inmoral e intencionado olvido" y que construye un personaje femenino principal de incuestionable atractivo, una mujer valiente que no aceptó la sumisión impasible y no solo se atrevió a luchar por su independencia sino que se atrevió a plantar cara a las más peligrosas ramificaciones del poder sin escrúpulos. El resultado es una obra lapa de la que es difícil soltarse una vez que se desprende de sus primeras páginas una lágrima ahogada en el fondo de una piscina vacía...

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