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Temblores en la oscuridad

Berna González Harbour vuelve con un nuevo caso de la comisaria María Ruiz en "Las lágrimas de Claire Jones"

Temblores en la oscuridad

Todo empieza en Santander. El maletero de un coche británico de los años 60 varado en el puerto alberga el cadáver de una muchacha sin señales evidentes de violencia. Lleva tres meses ahí. En un asiento hay un ejemplar del diario "The Times" del 15 de octubre de 1998 al que ha sido extirpada una noticia. Y así se fragua un misterio que hay que resolver.

Conocimos a la comisaria María Ruiz en 2012, cuando pasamos un Verano en rojo a su lado. Dos años después supimos que no había Margen de error y ahora regresa con Las lágrimas de Claire Jones. Si las primeras obras le llevaron tres meses de escritura a Berna González Harbour (Santander, 1965), para la tercera ha necesitado dos años: el sufrimiento creativo valió la pena. ¿Y cómo surgió la idea? Sucedió al conectar varias "luces" que se fueron "encendiendo de forma dispersa: la primera fue un viaje a Collioure, el lugar donde está enterrado Antonio Machado y a donde llegaron miles de españoles que huían del avance franquista. Como siempre que hago en vacaciones, llevaba algún libro relacionado con la zona y en este caso fue un libro de entrevistas a Ramón Gaya, pintor murciano que tuvo que huir a México tras la guerra. Él contaba algo muy desconocido en España, y es cómo le ayudaron unas damas cuáqueras a salir del campo en el que estaba confinado. A partir de ahí me interesé en el papel de esta organización, supe que trabajan por la paz, por ayudar a las víctimas. Supongo que el hecho de ser medio inglesa (mi madre lo es) me conectaba también con una realidad de mujeres inglesas que salieron al mundo y se adaptaron a situaciones incomprensibles como la dictadura en España cuando venían de un país más evolucionado, moderno, democrático y libre. Aquello era duro para ellas. Conozco esa sensación de extrañamiento por un origen extranjero y hacía tiempo quería crear a Claire Jones, un personaje medio inglés, cargado de supuestos privilegios pero también de soledad. Vulnerable en su aparente fortaleza".

Hace años conoció además el Cementerio Protestante de Santander y otros de otras partes de España, que "me atrae por la singularidad de sus enterrados, todos ingleses tan integrados en España como para morir y ser enterrados aquí, pero tan extraños al fin y al cabo como para hacerlo en un lugar diferente. Al ser protestantes no eran admitidos en cementerios católicos. Sus tumbas, sus lápidas, están llenas de historias singulares unidas por una realidad: el extrañamiento, la falsa afección, la imposible aceptación. También esto ejemplifica mucho la dicotomía de una falsa integración, de una sensación de extranjería que persigue siempre al de fuera". De niña, la autora vivía cerca de dos desguaces: "He visto ese mundo de hombres, juergas horrendas, alcohol, hombres zafios y mujeres traídas y llevadas. Era un escenario impecable para mi novela".

Su comisaria Ruiz había quedado desplazada en la entrega anterior "y necesitaba un caso que no estuviera bajo el foco de los mandos de Madrid. Santander era perfecto, porque ahí habíamos dejado a su maestro y amigo, el comisario Carlos. Ella se mueve en los márgenes, por ayudar a su amigo y de forma no oficial. Acaba movilizando a sus viejos amigos, el periodista Luna, que me sirve para personificar los achaques de la profesión, a la explosiva Nora, el joven Martín y su amado Tomás, que sigue en coma tras el caso anterior". Y así empezaron a derramarse Las lágrimas de Claire Jones, un libro "sobre vulnerabilidad tras la aparente fortaleza, sobre la imposible integración, sobre no pertenecer a ningún lado, sobre el amor de alguien que muere sin dejar rastro de él. Sobre la extrema soledad, en suma".

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