Félix de Azúa se siente cómodo en Asturias. "Es mi media patria: mi mujer es de Oviedo y tengo aquí a mis suegros. Venimos constantemente, y me encanta. Hasta hemos tenido serias peleas matrimoniales porque yo quiero vivir aquí, y ella no", señala entre risas el escritor y académico de la Lengua, recién incorporado al jurado del premio "Princesa de Asturias" de las Letras. Pero todos esos sentimientos de paz y sosiego que le asaltan al pensar en Asturias, se tornan preocupación al referirse a su Cataluña natal, e incluso en regiones cercanas como las Islas Baleares, donde hay un boicot de varios docentes ante la posibilidad de que la prueba de acceso a la universidad se pueda entregar a los alumnos en español, y no únicamente en catalán.

"Muy poca gente fuera de Cataluña sabe lo que está pasando allí. Cataluña es una pequeña dictadura blanda: allí la censura es feroz, la represión educativa es como la de los países soviéticos de antaño. Y tenemos la novedad de que Valencia y Baleares quieren ser Cataluña, que es una cosa asombrosa. Porque uno puede querer ser muchas cosas en este mundo, pero querer ser catalán es poco ambicioso, ¿no?", se pregunta el escritor.

A su juicio, el gobierno central es responsable de la escalada separatista en la región: "Usted y yo debemos llevar invertidos 2.000 o 3.000 euros, cada uno, en la independencia. Lo hemos pagado nosotros, les ha salido gratis a esos sinvergüenzas, que son un clan corrupto. No hay que recordar a Pujol, están todos los demás: es una trama de corruptos que se ha quedado con un país en propiedad. Y eso el gobierno central lo sabía muy bien, pero lo que les interesa es a quién van a poner en Telefónica, en IBM o quién se va a quedar con las eléctricas. Eso es lo que preocupa al gobierno, sea del color que sea".

Ante el actual panorama, Félix de Azúa observa con pesimismo la situación en Cataluña. "No nos queda ninguna salida, esto seguirá hasta que se mueran de aburrimiento los enanos", sostiene.

Al reflexionar sobre el panorama editorial, Azúa se sorprende por el tamaño que han adquirido los volúmenes, especialmente en un momento en el que considera que "la lectura se ha convertido en un verdadero problema temporal", y reflexiona sobre los cambios que ha experimentado el conjunto de los lectores: "Han aparecido lectores que antes no existían, sobre todo porque se han incorporado las mujeres, y los lectores clásicos, que en mi época eran los universitarios, han desaparecido. Porque ahora los universitarios no leen ni una página, ni siquiera para los exámenes, porque ahora pasan hasta con suspensos".