Javier Bardem vuelve en la última entrega de los Piratas del Caribe a animar la mustia función con un llamativo peinado que le corona como el actor que más trabajo a sus peluqueros antes de ponerse ante la cámara. Si bien en algunas escenas luce un peinado de lo más pulcro porque su personaje aún es "normal" (un oficial de la marina española), cuando se transforma en un fantasma baboso y con los pelos agitados al ralenti, su aspecto es cualquier cosa menos agradable.

A Bardem le gusta usar la cabeza para perfilar su personaje. El caso más espectacular fue No es país para viejos, donde su ridícula imagen hacía más inquietante si cabe su personaje de asesino frío e implacable.

"Gracias a los Coen por haber estado tan locos de haberme elegido para este papel y por poner en mi cabeza uno de los peinados más horribles de la historia". Así de sarcástico se mostraba el actor cuando recogió su "Oscar" al mejor actor secundario por su interpretación. Aquellos pelos contribuyeron contra todo pronóstico a hacer más peligroso su personaje, cuando lo previsible era que incitara a la burla, pero, sobre todo, le ayudaron a meterse en el pellejo de aquella mala bestia: "El peluquero hizo un grandísimo trabajo, me hizo así como clac, clac, clac, vi cómo los Coen se morían de risa, me miré en un espejo y me dije: "Ya tenemos el pelo, o sea, que ya tenemos personaje"".

Pero las cosas no se quedaron ahí. La forma en la que se apoderó de su personaje malvado para Hollywood le animó a repetir jugada para otro malo, en este caso la superproducción Skyfall, en la que deja pasmado al mismísimo James Bond de rubiales repeinado.

Convertido ya en un actor perfecto para encarnar a villanos con carisma y cierto toque atormentado, Bardem volvió con El consejero a tirar de peluquería, con unos festivos pelos de punta que camuflan la fiera sin conciencia que hay debajo.