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Crítica / Zarzuela

"Maharajá", grande

Un acontecimiento musical en el que el compositor ha buscado la cercanía absoluta del público y el libretista hace que la obra funcione con su enredo y garantiza una lograda comicidad

Beatriz Díaz hace un gesto de sorpresa durante la representación de "Maharajá". IRMA COLLÍN

De acontecimiento musical se debe calificar el estreno absoluto de la zarzuela "Maharajá", de los asturianos Guillermo Martínez y Maxi Rodríguez, obra de encargo que se enmarca en la celebración de los 125 años del teatro Campoamor. Hay que remontarse a los años cincuenta con "El gaitero de Gijón" para contemplar en Asturias un estreno zarzuelístico, con aquello por el medio de la "Antología asturiana de la zarzuela", subtitulada "Vamos p'Asturias, vamos pa Oviedo" del 2006, que dicen costó unos seiscientos mil euros -fíjense que en esta ciudad nos informan de lo que cobra la Pantoja, hasta el último céntimo, pero jamás se han publicado los cachés que con dinero público se pagan a los artistas, orquestas, etc., que tengan relación con la clásica, la transparencia del TriPP aún no ha llegado aquí-, y quedó en el olvido. La cosa ha merecido la pena, vayan a verlo y saldrán satisfechos. La objetividad total no existe, en este caso me explico, no porque tenga la pechera vacía. Mi relación con el compositor es estrecha, Guillermo Martínez fue mi elección como jurado en las becas que daba la obra social y cultural de "Cajastur", con la que pudo ir a ampliar estudios nada menos que a la universidad de Manchester, posteriormente y en sucesivos años le estrené tres cantadas para solistas, coro y orquesta, hice con él, durante semanas de trabajo, el catálogo de sus ya numerosas obras, y ya con la orquesta Oviedo Filarmonía dirigí el estreno mundial de "El sueño eterno", para sexteto vocal, coro y orquesta sinfónica -oportunidad de dirigir que me ofreció el propio Marzio Conti-, después de eso, ya convertido en profeta en su tierra, vendría el premio del concurso de composición de la OFI, el encargo para las Jornadas de Piano y la culminación con este estreno que nos ocupa, en un terreno nuevo para el compositor que, sin duda, le ha hecho crecer, aun más. La soprano Beatriz Díaz cantó por primera vez con orquesta conmigo, después vendrían años de colaboración en los conciertos navideños de la Universidad de Oviedo en la catedral hasta que, lógica y afortunadamente, no pudimos costear el caché de una enorme artista asturiana que se bate el cobre internacionalmente con lo mejor de lo mejor. También he dirigido a David Menéndez, o qué decir de la cercanía con Mariajo Suárez, que cantamos juntos en el "Uni" hace ya unas cuantas décadas. Item más, tanto el libretista como el compositor estuvieron en Jaipur -donde se inicia la obra-, y yo también con este último, en una esplendorosa boda en dicha ciudad. Creo que soy, ahora también con Marzio Conti, el director que mejor conoce su obra. "Maharajá" no puede serme del todo ajena, vaya por delante. Lo cual no impide, por ejemplo, que no esté del todo de acuerdo con la adscripción que hace el propio compositor de "Maharajá" como "género chico" que, obviamente, no es "chico" en calidad, sino en duración, ya que no existe precedente en el género de una zarzuela en un acto de casi dos horas de duración y veinte números musicales. Sin ningún interés taxonómico por mi parte, por el comienzo casi invita a pensarla en otros términos, varios números seguidos sin apenas texto teatral, incluso por la amabilidad de su música, lo podría acercar incluso a la comedia, sí comparte con el "género chico" el costumbrismo, el típico enredo amoroso y final feliz y los personajes de clase media baja o popular y sus entornos, el contrapunto total a esto sería el propio maharajá; "maha", además, significa grande.

La música es siempre efectista, no adquiere en este caso la complejidad estructural ni la densidad de las principales obras de Guillermo Martínez, y casi me atrevo a decir que tampoco en la interpretación y lectura esto ha sido determinante, y es obvio que el compositor -en el caso del libretista Maxi Rodríguez es seña de identidad- ha buscado la cercanía absoluta con el público, también, además de la amabilidad de las melodías y de la propia armonía, con la inclusión de ritmos como el mambo, el tango, en la tan bien traída "Dónde vas con blusón y pasmina" -la gente se parte al escuchar esta referencia a la "La verbena de la paloma"-, que son, con el pasodoble del número "Si fueras aventurero -en realidad dos romanzas seguidas más que un dúo propiamente dicho-, esta "Dónde vas con blusón y pasmina" y la semi copla de "Dumpling" del tenor final, los tres guiños a la zarzuela. El motivo inicial de la breve obertura, con dos temas principales, aparece al final de la obra, como cerrando cíclicamente la composición, también aparece reexpuesto el motivo de "Welcome to Asturias" después del interludio orquestal nº 12, número quizás algo controvertido al ofrecer una visión de Asturias de jubilados, viejos pensionistas "caleyando" y jubiletas con muletas, en una especie de enorme parque geriátrico, visión irónica pero que destila cierta amargura en la pluma de Maxi Rodríguez, número con una estructura del tipo A-B-A'-C-D en el que asoma lo musicalmente asturiano, con el floreo de la gaita y hasta un tema extraído del Cancionero de Torner. El motivo principal -do, la, mi, sol, fa, que en su continuación, do sostenido, fa, mi, mi re, que bien podría figurar en cualquier película de Walt Disney- es tan pegadizo que algunos espectadores salían tarareándolo.

La obra, en el contexto arriba mencionado, funciona en su enredo fácil y el texto de Maxi Rodríguez garantiza la lograda comicidad, curiosamente el que más asturiano habla en el madrileño actor-cantante Francisco Sánchez que sustituyó por indisposición a Rodríguez-Norton, de esta manera el libretista evitó lo que sería un acento extraño con un reparto cien por cien asturiano, en una obra que hubiera estado mejor ambientada en la cuenca minera que en un Oviedo que no lo es. Entre ironía y tópico tras tópico -intencionado, obviamente-, aparece el tema de la conflictividad laboral, "Asturias o trabajas" y, "coyacios", los compañeros del metal. La escena no es excesivamente ambiciosa y se sustenta prácticamente con imágenes proyectadas -muy lograda la escena del primer y muy vivo interludio musical-. A Maria José Suárez le regalaron un papel hecho a su medida, es una gran actriz cómica que "roba" protagonismo en cuanto pisa en escenario y, además en esta ocasión se luce cantando, quizás en una de las romanzas, "Niebla", más logradas. Sobresaliente. Beatriz Díaz es la musicalidad innata, es el gusto cantante por excelencia, aunque quizás la abundancia de pianísimos fueron tenues para el teatro y, lástima la dicción, que obligaba a mirar el texto. David Menéndez estuvo, una vez mas, perfecto en su papel, como actor y como cantante, "Tengo de subir al árbol" entusiasmó. Juan Noval-Moro -recientemente ha compuesto su apellido por motivos artísticos- está enorme. Da un solo paso en el escenario y ya está cantando a pleno pulmón, los agudos, incluido el si natural mantenido en su aria de tenor final, no son para él la más mínima complicación. Merece mayor presencia en la ópera y en la zarzuela ovetenses. Francisco Sánchez bordó el papel de chigreru. Me consta que, además de aprender algo de asturiano, con buen acento, por cierto, estuvo tres semanas practicando como escanciador, y lo hizo con estilo. Voz más delgada que la de Noval-Moro, con él también comparte una profesionalidad enorme y una afinación y precisión absolutamente impecables. Bien el coro que dirige Pablo Moras, que es su momento formó parte del Coro Universitario de Oviedo, y todos los actores. Marzio Conti se metió de lleno en la partitura, y llevó de la mano a una orquesta que tuvo brillo propio -muy bonito y delicado el pequeño solo que hace Ureña en el violonchelo.

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