Un mayor cociente intelectual (CI) en la infancia se asocia con menor riesgo de las principales causas de muerte, incluyendo enfermedades del corazón, accidentes cerebrovasculares, cánceres relacionados con el tabaco, enfermedades respiratorias y demencia, según concluye un estudio publicado por 'The BMJ'. Los hallazgos sugieren que el estilo de vida, especialmente el tabaquismo, es un componente importante en el efecto de la inteligencia en las diferencias de mortalidad.

Un equipo de investigadores de la Universidad de Edimburgo, en Reino Unido, se propuso examinar la asociación entre las puntuaciones de las pruebas de inteligencia medidas a los 11 años y las principales causas de muerte en hombres y mujeres de hasta 79 años. Sus conclusiones se basan en datos de 33.536 hombres y 32.229 mujeres nacidos en Escocia en 1936, que se sometieron a una prueba validada de inteligencia durante la infancia a la edad de 11 años, y los cuales podrían estar asociados a datos de causas de muerte hasta diciembre de 2015.

Las causas de muerte incluyeron enfermedad coronaria, apoplejía, cáncer específico, enfermedad respiratoria, patología digestiva, causas externas (incluyendo suicidio y muerte por lesión) y demencia. Después de tener en cuenta varios factores (factores de confusión) que podrían haber influido en los resultados, como la edad, el sexo y la situación socioeconómica, los autores encontraron que la inteligencia superior en la infancia se asoció con menor riesgo de muerte hasta la edad de 79 años.

Por ejemplo, una puntación más alta en la prueba se asoció con un 28 por ciento menos de riesgo de muerte por enfermedad respiratoria, un 25 por ciento menos de riesgo de muerte por enfermedad coronaria y un 24 por ciento menos de muerte por accidente cerebrovascular. Se observaron otras asociaciones notables para las muertes por lesiones, cánceres relacionados con el tabaquismo (particularmente de pulmón y estómago), enfermedad digestiva y demencia.

No hubo asociación evidente entre la inteligencia durante la infancia y la muerte por cáncer no relacionado con el tabaquismo. Aunque los autores describen algunas limitaciones del estudio que podrían haber introducido sesgos, señalan también como fortalezas claves la muestra completa de la población, el seguimiento durante 68 años y la capacidad para ajustar los resultados por factores de confusión importantes.

Los investigadores también señalan que las asociaciones significativas se mantuvieron después de un ajuste adicional teniendo en cuenta el tabaquismo y la situación socioeconómica, lo que sugiere que estos factores no explican plenamente las diferencias de mortalidad.