Viendo el documental "Cantábrico" se da uno cuenta enseguida de que no hace falta ir ni a Nueva Zelanda ni a Indonesia ni a ningún otro lugar del mundo para descubrir que los parajes más bellos de la Tierra los tenemos aquí mismo, poco más allá de nuestras puertas y ventanas. Las imágenes espectacularmente rodadas por Joaquín Gutiérrez Acha, quien ya nos dejó sin habla con su anterior trabajo, "Guadalquivir", nos trasladan a una naturaleza tan cercana como desconocida: la de los dominios del oso pardo, la del temido lobo y la víbora, a esa cordillera de 400 kilómetros que discurre paralela al mar que le da nombre y que está repleta de cañones, bosques y espesa vegetación. Un mundo mágico que se oculta entre la niebla y la nieve y que está al alcance de unas buenas botas de monte.

Y otro animal, aparentemente real por obra y gracia del arte digital de Hollywood, es el protagonista de "La bella y la bestia", un nuevo acercamiento a la inmortal versión de la escritora francesa Jeanne-Marie Leprince de Beaumont de la mano del director Bill Condon, y que protagoniza una estelar Emma Watson, cada vez más alejada de la niña Hermione Granger de la saga "Harry Potter".