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Devoralibros

"Invasiones", bienvenidos a la nebulosa del escalofrío

Martínez Biurrun explora con maestría los escenarios del terror

Valdemar, 384 páginas, 14, 50 euros

Cuesta encontrar autores españoles que cultiven el género de terror. Y más aún que lo hagan con buena literatura. Ismael Martínez Biurrun es uno de ellos e Invasiones, editada con exquisita elegancia por Valdemar, lo deja claro. Son tres novelas cortas cargadas de fuerza narrativa, personajes dibujados con precisión y una asombrosa capacidad para construir imágenes inolvidables... y escalofriantes.

Lo que ha hecho Ismael Martínez Biurrun es "lo opuesto a una trilogía, que consiste en trocear una historia en tres partes para venderla en tres volúmenes. Aquí la idea era juntar tres historias independientes en un solo volumen, sin personajes ni trama en común pero hermanadas por un mismo espíritu ominoso y apocalíptico. La nouvelle es habitualmente un formato poco comercial, demasiado largo para cuento y demasiado breve para novela, pero los editores de Valdemar y yo pensamos que en forma de tríptico estas 'invasiones' podían conformar un libro atractivo, poco común".

El mundo se acaba, "o tal vez solo parece que puede acabarse. En realidad no pretendo pintar ese cuadro apocalíptico al completo, no me interesan los grandes paisajes -urbanos o naturales- salvo como trasunto del apocalipsis interior de los personajes. No pretendo sermonear sobre hacia dónde estamos llevando al planeta ni nada parecido. Se trata de historias de personajes, ante todo. Pero es literatura de terror. No rehúyo la etiqueta en absoluto, soy un aficionado al género desde siempre y me encanta producir -si es que lo consigo en algún momento- esa emoción en el lector".

Una novela "no funciona igual que una película, por supuesto, se manejan otros códigos, no disponemos de la música inquietante ni de los trucos de cámara pero hay otras formas de desasosegar a través de la palabra, a veces mucho más intensamente. Los mejores libros son siempre los que se quedan dando vueltas en nuestra cabeza y corriendo en nuestras venas después de cerrarlos, no importa el género. Del mismo modo, un género no lleva asociada ninguna limitación en cuestiones de calidad literaria, como ya se han cansado de demostrar los clásicos de la propia colección Valdemar".

Advierte el autor que "no debemos pedir perdón por hacer historias sobrenaturales o de cualquier otro género considerado 'popular', 'menor' o 'de entretenimiento'. La posmodernidad, por otra parte, lleva tiempo reivindicando y actualizando toda esta cultura popular, así que los prejuicios ya forman parte de un pasado bastante rancio, o de personas poco informadas".

Hubo que darle muchas vueltas al título porque "queríamos evitar adjetivos que sonaran demasiado bíblicos o trillados, como 'apocalipsis' o 'fin del mundo'. Pero el imaginario bíblico está ahí, por supuesto: las plagas de langosta, los terremotos, las bolas de fuego que caen del cielo? Sería ridículo negarlo. Lo que está concienzudamente extraído es el concepto del bien y del mal, el demonio, el infierno, etcétera. En estas historias no puede haber moraleja porque lo que ocurre no tiene que ver con merecimientos ni castigos, sino con la irrupción del caos. Todos estamos sometidos al caos, pero nos conducimos por la vida como si todo en ella siguiera un propósito y un orden definidos. De lo contrario nos volveríamos locos o nos quitaríamos de en medio, tal vez. La literatura de terror busca abrir un desgarro en ese velo que nos separa del caos para que echemos un pequeño vistazo. Solo con eso ya es bastante para quitarnos el sueño?"

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