Un grupo de soldados. Una calle vacía de Francia. Un hombre sediento bebe de una manguera agujereada. Disparos. Corred. Van cayendo. Uno logra saltar un portón y las balas agujerean la madera. Intenta montar su fusil pero se muestra torpe. Lo abandona mientras un enemigo invisible acribilla su sombra.

Empieza la supervivencia.

Christopher Nolan repite una y otra vez que Dunkerque no es una película bélica. Que pertenece al género de suspense. Por eso vuelve a dar cuerda al tic-tac de un reloj como fondo sonoro escasamente sutil a veces, de ahí que dilate las escenas cocinadas al fuego lento de la angustia (dentro de un barco que el enemigo va agujereando como prácticas de tiro, en el interior de un buque o un avión que se hunden lentamente), por esa razón convierte el vuelo de un caza un un estertor heroico entre nubes y arena. No puede extrañarnos: todo el cine de Nolan desde sus inicios, e incluidos sus poderosos caballeros oscuros, su grandiosa Interstellar y no digamos su odiosa Origen o la admirable El truco final, coloca al espectador ante una cuenta atrás que hace avanzar la acción con quiebros, saltos o rodeos que a veces aclaran cosas y otras las vuelven espesas.

Dunkerque es irrelevante como película que muestra la guerra. Es harto discutible decir que viéndola se siente todo el horror y la desesperación de estar en un combate. Eso lo conseguía Spielberg cuando rodó el desembarco de Normandía. O Mel Gibson en la espeluznante batalla de Hasta el último hombre. Aquí no se ve ni sangre, ni mutilaciones ni quemaduras. Algún cadáver y poco destrozado. Asusta la estela de un torpedo, la música de un renacido Hans Zimmer o el aullido de los Stukas, pero el miedo no es horror. Podría haberse exhibido en los años 40 sin problemas, en plena propaganda para levantar el ánimo de los británicos y pedir ayuda a Washintgon. La parte final es chocante en ese aspecto, agravado por el hecho de que se deja en un segundo plano el comportamiento siniestro de Churchill, se convierte al personaje de Kenneth Branagh en un tipo solidario con los pobres franceses y se olvida que el "milagro" de la evacuación fue posible porque el monstruo de Hitler detuvo el avance de sus tanques sin que se sepa aún a ciencia cierta por qué.

¿Es mala Dunkerque entonces? Qué va. Pero está muy lejos de ser una obra maestra y Nolan tiene películas mucho mejores. Que maneja con pericia la cámara es indiscutible y es capaz de rodar instantes inesperadamente bellos (ese avión que sobrevuela la playa al atardecer...) pero su trabajo como guionista deja bastante que desear: los personajes son estereotipos y algunos diálogos son terribles. Escuchar a un soldado filosofando sobre la supervivencia o al estupendo Rylance soltando topicazos (el doblaje es infame, además) perjudica la credibilidad de la historia en momentos en los que se impone la ley del silencio.