Como no hay dos sin tres, "Emoji: La película" pide paso también para posicionarse como una de las peores películas del año. De animación, sin duda. Menuda semanita. Es cierto que aquí se parte con una desventaja muy grande: ¿a quién demonios le puede interesar una historia sobre los estáticos emoticonos que habitan en las pantallas? A millones de personas, pensaron los creadores del entuerto, sabedores de que el público infantil está ya contaminado por el uso indiscriminado de los teléfonos móviles antes de tiempo. Lejos de plantar cara a ese hándicap de partida, el guión recurre a todos los lugares comunes habidos y por haber en el cine de animación a la hora de plantear su conflicto dramático, arrancando de una visión de los adolescentes como seres idiotizados y haciendo una descarada apología con tintes publicitarios del uso y abuso de los móviles en la vida diaria. Y cuanto antes, mejor. De acuerdo, dejemos a un lado su discurso tóxico. Hay clásicos de Disney que también lo tienen. Pero, claro, lo compensan por el lado creativo con guiones sólidos, personajes potentes, animación brillante. Nada de eso se encuentra en el fiasco de "Emoji", que solo puede ser disfrutada por espectadores poco exigentes que se dejen engatusar por el frenesí de colorines y acción atolondrada. Quien avisa?