Desde la periferia, siempre al margen, filmando a contrapelo, Basilio Martín Patino construyó una obra valiosa y personal. Una filmografía de relevancia notable en la Historia del Cine Español y que aúpa a Patino, fallecido este domingo a los 86 años de edad, a un lugar de privilegio entre los cineastas que brillaron en ese terreno movedizo entre el final del franquismo y el asentamiento de la democracia.

Vista con perspectiva, la obra de Basilio Martín Patino es uno de los frutos más jugosos de aquellas "Conversaciones de Salamanca" que él mismo impulsó, desde su puesto como director del Cine-Club del SEU de Salamanca, en mayo de 1955. La cita, punto de encuentro de la disidencia cinematográfica, se cerraría con el célebre pentagrama de Juan Antonio Bardem, tan popular como injusto: "El cine español actual es: políticamente ineficaz, socialmente falso, intelectualmente ínfimo, estéticamente nulo e industrialmente raquítico". Como si esas palabras fueran un acicate, Patino firmaría un cine rico y profundo, abiertamente militante y completamente ajeno a una industria con la que nunca comulgó.

Sólo su primer largo, "Nueve cartas a Berta" (1965), responde a los cánones de un cine más o menos comercial. Concha de Plata en el Festival de San Sebastián, la película fue el paradigma, casi un manifiesto, de lo que habría de ser el frustrado Nuevo Cine Español. Pero el espejismo duró poco: "Del amor y otras soledades" (1969), su siguiente filme, fue recibido con rechazo por la crítica y el público, además de por una censura que seguía muy viva.

Con las coordenadas ya claras, Patino ocupó desde entonces el lugar que le correspondía dentro del cine español: el de virtuoso francotirador. Nunca como en manos de Patino cumplió la cámara aquella profética sentencia de Francisco Franco: "Pesa más que un fusil", afirmó el dictador tras coger entre sus manos una cámara de cine. Nunca la superficialidad fue tan profunda.

Patino blandió su cámara como si fuera un fusil para filmar, sucesivamente, "Canciones para después de una guerra" (1971, estrenada en 1976), "Queridísimos verdugos" (1973, estrenada en 1977) y "Caudillo" (1974, estrenada en 1977). Cada una de ellas fue más que un disparo: fue un clavo de celuloide en el ataúd del franquismo.

Como sucedió con muchos de aquellos cineastas del posfranquismo, de aquellos disidentes que luchaban cámara al hombro, el cine de Patino perdió fuelle con el asentamiento de la democracia. Quizás porque en el nuevo campo de batalla, los enemigos no siempre se distinguían por el uniforme. Quizás porque, en el fondo, era un héroe fordiano, condenado a abandonar la sociedad tras servirla con fidelidad.

El tiempo entre rodaje y rodaje cada vez era más largo, y Patino pasó a engrosar la nómina de cineastas jubilados prematuramente. Pero en 2011, con 81 años y un ojo aún en forma, volvió a las calles para rodar la acampada de Sol. El resultado, "Libre te quiero", cerraría una filmografía cuyo lugar en la Historia del Cine Español está en continua revisión. Y siempre al alza.