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Devoralibros

"Los hijos del fuego", la gesta de un pueblo contra el invasor

La lucha contra Napoleón inspira un relato de misterio y aventuras

B, 512 páginas, 19 euros

Pedro Feijoo siempre ha pensado que, a la hora de contar una historia, "lo importante nunca es el qué, sino el cómo. De nada sirve que uno crea que lo que tiene que ofrecerle al mundo es lo más interesante que nadie haya escuchado jamás, si a la hora de contarlo lo hace de una manera densa, pesada... aburrida. En Los hijos del fuego quería relatar uno de los acontecimientos más importantes en la historia reciente de España, la lucha del pueblo gallego contra el invasor napoleónico, haciéndolo desde una perspectiva humana, dubitativa, con sus muchos matices, pero sin perder de vista en ningún momento el principal motor narrativo de cualquier historia de aventuras: ante todo tenía que resultar entretenido, casi adictivo, página tras página".

Su novela desarrolla un episodio fundamental "para comprender la historia de Galicia: el momento en que el país entra en su contemporaneidad, viéndose en la disyuntiva de tener que escoger entre progreso o absolutismo. Entre las muchas posibilidades que el tema ofrecía, yo preferí hacerlo desde la perspectiva de mi ciudad, que al fin y al cabo es la que mejor conozco, de manera que, cuando llegó el momento de construir la trama, vi que en realidad ya tenía la suerte de poder contar con dos voces perfectamente válidas para sumergirnos en esa parte de nuestra historia. Esa fue la razón de que volviera a llamar a la puerta de Simón y Mariña. Y, por fortuna, ese día estaban en casa..." El principal recurso para buscar "ese contacto con el lector es el uso de unos personajes ya conocidos por el público, entre los que destacan dos: Simón Varela y Mariña Dafonte. Como autor, nunca he sido muy amigo de los personajes 'abrumadoramente redondos', esos héroes a los que todo les sale bien, que tienen la palabra exacta y la pose perfecta. Simón Varela, un arquitecto sin demasiado éxito, especializado en la construcción de chiringuitos de playa y con una sólida reputación como reformador de gallineros, es uno de esos antihéroes, una persona normal y corriente, de las que, como yo, no tienen ni puñetera idea de cuál es la diferencia entre un martini agitado y otro revuelto, pero con la que cualquiera de nosotros podría cruzarse por la calle, en el bus, en el metro. Frente a él está la historiadora del arte Mariña Dafonte, su compañera de aventuras, convertida en esta ocasión en su pareja perfecta. Seria, metódica, disciplinada... pero con algún que otro secreto. Al fin y al cabo, esos héroes solitarios siempre me han parecido aburridísimos. Tal como yo lo veo, en realidad la gracia, o quizá mejor dicho, la virtud, está en cómo nos complementamos unos a otros".

Esta novela es la segunda entrega de una saga que comenzó hace cinco años con Los hijos del mar. Si en aquella "se abordaba el tema de la batalla de Rande, episodio indispensable para comprender el asentamiento de los Borbones en el trono español, en Los hijos del fuego se relata otro de los capítulos imprescindibles para entender el devenir histórico de España: lo que aquí se narra es, nada menos, la gesta que en marzo de 1809 llevó a los vecinos de Vigo a convertir su villa en la primera plaza recuperada de las garras del por aquel entonces todopoderoso ejército francés, arrebatándosela a Napoleón Bonaparte para entregársela a Fernando VII".

Y es que, "para bien o para mal, esa es nuestra historia: pudiendo habernos decantado por el progreso que suponían la ideas traídas desde la Francia pos-revolucionaria, nosotros acabamos apostando por el absolutismo más feroz del Rey Felón. Bueno, al fin y al cabo, esa ha sido siempre la historia de España: la eterna apuesta por el bando equivocado..."

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