En torno a 815 millones de personas sufren hambre en todo el mundo, la mayoría de ellas residentes en países asolados por conflictos y desastres naturales relacionadas con el clima. Así lo aseguran las agencias para la alimentación de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), que presentaron ayer en Roma las últimas cifras sobre el estado mundial de la seguridad alimentaria y la nutrición.

Según estas agencias, el hambre en el mundo creció en 38 millones de personas en el año 2016, en lo que supone el primer incremento desde el año 2003. Con este aumento de personas que pasan hambre, el porcentaje global se sitúa en el 11% de la población del planeta, nivel similar al que se alcanzó en 2012.

Dos tercios de quienes pasan hambre viven en países afectados por la violencia, al igual que el 75% de los 155 millones de niños que tienen retrasos en el crecimiento por la desnutrición crónica, una cifra que descendió en un millón en comparación con 2015.

Por continentes, casi 520 millones de personas no tenían lo suficiente para alimentarse en 2016 en Asia; unos 243 millones en África y 42,5 millones en América Latina y el Caribe. En cuanto a la seguridad alimentaria, se ha deteriorado principalmente en África subsahariana y distintas partes de Asia por el impacto de los conflictos, muchas veces combinados con sequías e inundaciones. Además, en algunos países sudamericanos el auge del hambre se relaciona con la ralentización de la economía, que resta recursos a los gobiernos, reduce los salarios y merma las redes de protección social.

Con estas estimaciones, la comunidad internacional se alejaría de uno de los objetivos del planeta que, hace tan solo dos años, se propuso para el año 2030: la erradicación del hambre y la malnutrición.