Hoy se desvela en el festival de cine de San Sebastián "El secreto de Marrowbone". La ha dirigido Sergio G. Sánchez Sergio G. Sánchez (Oviedo, 1973) en su debut en el largometraje tras una exitosa carrera como guionista ("El orfanato", "Lo imposible"). Asturias aporta escenarios deslumbrantes y también técnicos de renombre como el montador de sonido Pelayo Gutiérrez y la diseñadora de vestuario Sonia Grande. Ayer sacó tiempo de la vorágine de la promoción para hablar con LA NUEVA ESPAÑA.

- ¿Duerme bien estos días?

-Perfectamente, en cuanto me dejan cinco minutos. Lo peor son las esperas para poder hacer las películas. Si la promoción durase meses igual me cansaría, pero no es el caso y la disfruto.

- Ya sabe la reacción del público en el festival de Toronto.

-Fue muy especial porque nadie sabía nada de la película, ni siquiera un tráiler. La referencia era "El orfanato" y se esperaba algo parecido. Y fue curioso porque gustó bastante, incluido el público más adulto. El femenino se mostró muy emocionado. No es una película de sustos, aunque haya alguno, y te mentiría si no te dijera que me lo pasé bien escuchando gritos en la sala, pero es una mezcla de suspense, terror, intriga, romanticismo y fantasía. Un cóctel de géneros difícil de catalogar. ¿Que si me hubiera gustado verla como espectador? Pues claro, esa es mi única guía a la hora de hacer las cosas, siempre intento escribir o participar en películas que me gustaría ver, y ésta desde luego si la hubiera visto de pequeño me hubiera encantado.

- ¿Y ese público reaccionó como esperaba al escribirla?

-Sí, hasta el punto de que en los cuatro momentos donde hay algo de humor se reían, aunque yo pensaba que era una cosa tan ligera que no habría reacción.

- Uno de sus grandes sueños era rodar "Un monstruo vien e a verme", que finalmente hizo J. A. Bayona.

-No se pueden encontrar similitudes, aunque sí comparten un tema que me interesa mucho, y es la construcción de mundos fantásticos para sobrellevar una realidad muy dura. Eso estaba en esa novela y en esta película también.

- ¿Es como se imaginaba mientras la escribía?

-Ha quedado consistente y con un mundo muy sólido. Estoy encantado con los actores, el casting va más allá de lo que podía haber soñado. Pero las películas se van construyendo y hay un punto en el que toman un camino que se separa de ti, es como tener un hijo, le puedes educar pero llega el momento en que se independiza.

- ¿Ha quedado contento el guionista con el director?

-El director se ha llevado muy mal con el guionista, me pesaba mucho el guión. Fue un aprendizaje muy bestia. Siento curiosidad por cómo será la experiencia de escribir para otro director a partir de ahora. Yo tengo tendencia a "dirigir" en la página, y eso encorseta las cosas, tienes que ser mas libre. E improvisar.

- ¿Usó la tijera?

-Mis tres escenas favoritas están fuera. Pequé de hambre de director primerizo que quiere demostrarlo todo en cada secuencia. Estaban bien compuestas pero eran como mini películas que dilataban demasiado la historia. De alguna escena rodamos varias versiones, y al final se eligieron las más alejadas de lo que había visualizado, pero el resultado es mas compacto y fresco. Es una trama muy compleja y tardamos en montarla para que fuera lo más fácil posible de seguir. Valoramos hacer un pase de prueba con público para guiarnos con los momentos fuertes y débiles, pero por suerte no se hizo.

- Menudo gran equipo...

-Los productores me arroparon con profesionales fabulosos. Les pedía consejo y opinión. En algún caso tuve que mantenerme firme porque cuando trabajas con tanto talento hay que escuchar sus aportaciones aunque no siempre sigas su recomendación porque la última decisión es tuya. A veces hay pequeñas fricciones que se superan.

- Sonia Grande, Pelayo Gutiérrez... Acento asturiano.

-Siempre intento rodearme de mujeres y de asturianos. Me entiendo mejor.

- ¿Ha cambiado cosas en el rodaje o en el montaje?

-Mucho. Ahora empieza con un prólogo que narra lo que en el guión se presentaba con flashbacks. Eliminamos subtramas y condensamos secuencias. El primer montaje con todo el material duraba tres horas. El definitivo, 110 minutos.

- ¿Qué tal los niños?

-Son un encanto, ya había hecho de coach en "El orfanato" y "Lo imposible", y lo disfruto mucho. Por ejemplo, en el caso de Matthew Stagg, que tiene siete años, conseguí que hiciera toda la película sin tener ni idea de qué iba la historia porque no leyó el guión. Dejamos las escenas más dramáticas y terroríficas para el final porque quería a un niño inocente y listo para capturar con la cámara lo que sentía en ese momento, sin esperarlo.

- ¿Tenía algún modelo en mente para afrontar escenas?

-Nunca, nada de referencias, ni en la luz ni en el diseño. El diseñador de producción, Patrick Salvador, coincidía conmigo, decía que trabajar con referencias es como beber pipí. En la medida de lo posible queríamos hacer cosas que pasaran allí por primera vez. Tuvimos dos semanas de ensayos, pero no de escenas concretas de guión, trabajábamos situaciones que les contaba a los actores sobre el pasado de sus personajes, e improvisaciones para forjar una memoria común de esa familia.

- ¿Qué aportó Asturias?

-Un decorado excelente. En todas las críticas hablan de ello, y es una gozada porque al trabajar con actores británicos y no hablar español estaban obligados a meterse en ese universo idílico, lo que les ayudó mucho a crear esa burbuja en la que viven los chicos. Estaban hospedados en Avilés y un día hubo un gran revuelo porque prefirieron quedarse en la casa de la película para terminar de empaparse de la atmósfera. Fue como crear una familia y estar en un campamento de verano con ella.

- He leído dos críticas de medios extranjeros. Una es muy positiva. La otra, no tanto.

-Es una gozada cuando un crítico ha entendido la película que querías hacer, pero puedo entender a quien no comparta mi decisión del triple salto mortal del último acto. O te entusiasma o te descoloca. He ganado el derecho a equivocarme. Doy las gracias a todos los productores por haberme arropado a la hora de asumir riesgos con una estructura que intenta romper normas. Es una muñeca rusa que empieza pareciendo una cosa y luego se van quitando capas hasta transformarse en algo distinto. Es un final estructuralmente complicado que propone algo casi radical.Y comprendo que haya gente que no entre.

- Se acusa al cine de terror de abusar de la música para provocar los sustos...

-Con Fernando Velázquez siempre hablé de que la música fuera el alma y la emoción de la película. Si escuchas la banda sonora sin saber nada parece que es un melodrama nostálgico. La parte de terror no tiene música, se basa en un diseño de efectos de sonido. De todos modos, en arte no hay una forma buena o mala. Yo soy fanático de la música de cine. Mi amor por él vino por ella. No tenía reproductor de vídeo e ir a las salas era un evento vital, se proyectaba la película y desaparecía, no te pasaba por la cabeza que la pudieras encontrar más adelante. Y la banda sonora era una forma de vivirla otra vez al llegar a casa. Por eso me gusta la música muy narrativa, que te cuente la historia y esté muy presente, que salgas tarareándola del cine. Hoy hay una tendencia a usar músicas que no se notan. Y me da rabia.

- ¿Alguna conexión con su cortometraje "7337"?

-La hay, claro. Así cierro mi trilogía sobre el encierro.

- ¿Y ahora que es libre qué?

-Nada mas empezar la película, los chicos conocen al personaje de Allie en un sitio llamado la Roca de la Calavera. Ella se hace pasar por una prisionera de una bruja, y le preguntan que ahora que es libre a dónde le gustaría ir. Pues a mí me gustaría seguir trabajando el género fantástico pero cambiando de registro, una película de aventuras y fantástica. Y hacerla en Asturias, por supuesto. Y pasármelo bien.

- ¿No fue así con "Marrowbone"?

-Lo pasé muy mal rodando, convencido de que estaba destrozando la película. A mis amigos les decía: Dios mío, y ahora qué haré, llevo 20 años esperando hacer un largometraje y la he cagado. Luego, cuando tomas distancia, ves que muchas decisiones que tomas sobre la marcha e improvisando en medio del pánico aportan los mejores hallazgos.

- Cataluña sí que da pánico.

-El cine es un arte o una industria que se basa en la empatía, en colocar al espectador en la cabeza y en la piel de otros. Echo en falta eso. Hay una voluntad de enfrentamiento, de no escuchar al de enfrente, que es muy triste. Y va costar reconstruir lo que se ha roto.