Creador de dos obras maestras de la televisión como The Wire y Treme, David Simon es uno de los talentos indiscutibles que hacen grande la pequeña pantalla. No siempre acierta de pleno ( Show me a hero, sin duda interesante, estaba lejos de la excelencia) pero es imposible imaginar que algo mediocre salga de su cabeza. Y más si se une a gente igualmente inteligente y sagaz como Richard Price y George Pelecanos, dos escritores de novela negra a los que hay que seguir siempre la pista. El anuncio de que los tres iban a aliarse con HBO para contar el origen del porno hizo frotarse las manos a sus seguidores. Que la serie estaría protagonizada por partida doble por James Franco nos inquietó a quienes no soportamos a ese actor, aunque la presencia de una actriz tan potente como Maggie Gyllenhaal hizo las veces de contrapeso. Cuatro capítulos después, cruzado el ecuador de la serie, ya está claro que The deuce es una propuesta valiosa, valiente y cargada de elementos positivos. Pero no es The Wire ni de lejos.

Como siempre en las series de Simon, las historias se toman su tiempo para fraguarse. Nada de prisas. Con pocas pistas. Se acumulan los personajes sin excederse en dar muchos datos sobre ellos. Los vemos en acción. Les escuchamos y les acompañamos por sus pequeñas aventuras diarias. No hay buenos ni malos: todos tienen razones para actuar como canallas o como pequeños héroes. ¿Sueños? Pocos. Sobrevivir como se pueda y te dejen. ¿Ambiciones? Endebles y poco glamurosas. Una alumna se acuesta con su profesor y le pide que ponga un examen fácil. No es sexo interesado. Realmente le apetecía probar esa experiencia. Sin tapujos ni remordimientos. Simon & Price & Pelenacos tienen aversión hacia la moralina. Ni siquiera se conceden el beneficio de la duda que otorga a veces la moraleja. Un policía ayuda a esa misma chica metida en líos y cuando la lleva a un bar sus aparentes intenciones lascivas se desvanecen bajo el empuje del alcohol que atrofia su mirada. Y cuando la veterana prostituta se quita la horrible peluca rubia aparece una madre desolada, pero nunca llorona. Hay chulos, claro, capaces de herir a sus putas si abandonan su trabajo porque llueve, pero no son villanos de manual, también tienen sus esquinas humanas.

Recreando a la perfección aquel Nueva York de los años 70 y ofreciendo imágenes atrevidas (erecciones, condones, coitos sin edulcorar, desnudos escasamente sensuales), The Deuce nunca recurre a trampas de guión ni se plantea dar giros dramáticos para mantener al espectador en vilo. No. The Deuce, como The Wire o Treme, trata a quienes la ven con respeto e inteligencia y por eso no tiene el menor reparo en dedicar el tiempo que sea necesario al dibujo detallista de los personajes. Un reparto excelente (incluido Franco, aunque su doble papel sea el menos complejo de todos) hace creíble la serie en todo momento, pero, a la espera de que la historia penetre con más claridad en los entresijos del porno, el resultado no enamora. No engancha. No emociona. No te hace esperar con ansia el siguiente capítulo. Pero no te la puedes perder.