El año 1932 fue para Pablo Picasso especialmente fructífero, en el que el malagueño se reivindicó como el mayor artista vivo de la época; y con su serie de bañistas y retratos a su amante hizo del erotismo el motor de una creación que se muestra desde hoy en París.

"Picasso 1932. Año erótico" recorre cronológicamente en el Museo Picasso de París esos doce meses que marcaron un punto de inflexión en su trayectoria, del que salieron obras maestras como "Le Rêve", "Le Repos" o "Jeune fille devant un miroir".

Desde hoy y hasta el 11 de febrero, y en colaboración con la Tate Modern de Londres, hacia donde partirá en marzo, la primera muestra consagrada de forma exclusiva a un año completo del creador permite constatar, según una de sus comisarias, Virginie Perdrisot, que "Picasso es capaz de todo".

Especialmente en el primer semestre, cuando la preparación de su retrospectiva en la Galería Petit de París, cuya inauguración en junio fue el acto social del momento, le hizo caer en un frenesí creativo para tener material suficiente con el que llenar sus salas.

Picasso, según recuerda el museo parisino, trabajó "bajo una tensión erótica sin precedentes", en la que introdujo en sus composiciones imágenes "escondidas" pero fácilmente identificables: el pene que completa la parte superior del rostro de "Le Rêve" es un exponente claro de ese juego.

Aunque el artista (1881-1973) estaba casado con Olga Khokhlova, madre de su hijo mayor, Paulo, será su amante, Marie-Thèrese, quien aparezca de forma recurrente en esos lienzos, en los que, tras cinco años de relación, sus rasgos aparecen por primera vez identificables.

Pero no fue la sensualidad de esos cuadros lo que impactó a sus coetáneos, sino la manera poco ortodoxa en la que Picasso decidió presentarlos en la galería, a varias alturas en las paredes y sin un orden temático.

Superada esa primera gran retrospectiva, que a los 51 años y todavía en la mitad de su carrera reforzó su imagen entre la crítica y el público, Picasso rebajó la intensidad y dio lugar a formatos de menor tamaño, y con una sensualidad, según Perdrisot, menos agresiva.

El museo, que exhibe más de 110 cuadros, dibujos, grabados y esculturas, sigue mes a mes al artista, marca el día concreto de la creación de cada cuadro, y acompaña ese recorrido con documentos, facturas o fotografías que le ubican en el espacio y el tiempo.

Sus viajes a Suiza para preparar la segunda gran muestra, la del museo Kunsthaus de Zúrich en septiembre, aparecen profusamente ilustrados, con recortes de prensa en los que el artista se prestó al juego de los medios y ofreció una imagen de familia feliz.

En esa segunda parte del año, tras un verano canicular, emerge la serie de las bañistas, de la que pueden contemplarse ejemplos como "Trois femmes jouant au bord de la mer".

La crucifixión como motivo temático, la revisión de los mitos clásicos, el diálogo entre la pintura y la escultura y las referencias a grandes de la Historia del Arte como Velázquez o Matisse completan las fuentes de inspiración de ese periodo.

Fue un año, según la comisaria, en el que Picasso "construyó su imagen a través del discurso mediático", y en el que a pesar de la recesión económica entonces vigente, él era todavía uno de los pocos que cotizaba al alza.

A la profusión creativa de 1932 le siguió en 1933 una suerte de "pausa", añade Perdrisot, tras la cual su arte alcanzó un nuevo clímax a finales de esa década, cuando en el 37 dio vida al célebre "Guernica".

Picasso "nunca se encerró en un periodo", "siempre tendió puentes", dijo de él en la inauguración de la muestra el presidente de Francia, Emmanuel Macron, dispuesto a hacer hueco en el Elíseo a alguna de sus obras.