Dos Españas se encontraron ayer en el entorno del teatro Campoamor. De un lado, en ese meollo reivindicativo que ha sido siempre la plaza de la Escandalera, una heterogénea concentración de republicanos, asturianistas, comunistas y otros colectivos se agruparon bajo un mismo sentimiento: el rechazo a los premios y a su vinculación con la corona. Del otro, alineados en el paseo de los Álamos y la calle de Argüelles, partidarios de la unidad nacional, movilizados en los días previos a rebufo de la crispación generada por el desafío independentista en Cataluña. La coincidencia de ambas protestas fue pacífica la mayor parte del tiempo, limitándose a una pugna entre pitos y aplausos. Sólo al final, un grupo de activistas republicanos afeó la jornada al insultar, sin provocación previa, a algunos de los manifestantes por la unidad de España.

Estos últimos eran, a primera vista, más numerosos. Algo que hizo pensar a muchos de los concentrados en la Escandalera que se trataba de una concentración inflada artificialmente. "A saber cuántos autobuses habrán pagado", se decía. Tampoco gustó en esa parte la ubicación de ambos grupos: "A ellos los ponen delante y a nosotros nos arrinconan aquí atrás. Eso es lo que entiende por democracia", afirmaban.

En el paseo de los Álamos estaba Nieves González, que lleva toda la semana pinchándose contra la ciática. Pero ayer el dolor no le impidió estar entre una multitud que se desgañitó a las puertas del teatro Campoamor. Gritó y gritó, agitando la bandera rojigualda, por la unidad de España. "Los que amamos este país, nos tiramos a la calle. ¡Viva España, el orden y la ley!", expresó la ovetense mientras la famosa canción de Manolo Escobar, "Y viva España", sonaba en el paseo de los Álamos.

La palabra "orgullo" fue sin duda la palabra más repetida entre esta parte del público. Orgullo por ser asturianos, españoles y europeos. El ovetense Emilio Alonso, muy emocionado, indicó que la manifestación no "es por España, sino por Cataluña", "para que vean los catalanes que se sienten españoles que estamos a su lado". Fueron casi dos horas de concentración, con pancartas con referencia directa a la crisis catalana: "Sí al 155", "No estáis solos", "Puigdemont a prisión". "Estamos muy bien en España y en un momento en el que empezamos a salir de la crisis, el egoísmo de un señor lo quiere estropear todo. Queremos vivir tranquilos", opinó Jaime Marcos.

En la Escandalera, entre tanto, ondeaban banderas republicanas y "asturinas", además de enseñas del PCE e, incluso, alguna estelada. La portaba Robert Companys, llegado de Valencia para protestar contra el premio a la Unión Europea. "No defiendo la independencia, defiendo el derecho a decidir", aseguraba. En la heterogénea concentración había también protestas laborales. Los trabajadores de Cajastur y Duro Felguera se mostraron muy activos, aunque a los segundos se les acabó cayendo una pancarta en la fuente. También estaba una nutrida representación del colectivo "Long Hope", que agrupa a los exmarineros españoles en Noruega. "El estado noruego nos obligaba a ser residentes fiscales, y ahora no nos quiere abonar las pensiones", aseguraba Alberto Paz. El colectivo denuncia que el gobierno español "está mirando para otro lado", y reclama la intervención de la Unión Europea.

Mariano Rajoy, Albert Rivera y el Rey fueron al tiempo los más aplaudidos en Argüelles y los más pitados en la Escandalera. Todo según lo esperado, en una jornada reivindicativa y pacífica. Hasta que al final, una vez que las autoridades habían entrado en el Campoamor, varios de los manifestantes por la unidad de España atravesaron la Escandalera hacia la calle San Francisco. En ese momento, un grupo de activistas republicanos comenzó a increparles, llamándoles "vasallos" y "llambeculos". Se vivieron momentos de tensión y alguno de los ofendidos se encaró con los activistas. Se escucharon palabras gruesas y cortes de mangas se sirvieron por doquier, pero no llegó la sangre al río.