Los premios "Princesa de Asturias" de 2017 serán recordados como el día en que el teatro Campoamor fue una "haka". En todos los sentidos. El literal, cuando los jugadores Keven Mealamu, Israel Dagg, Jordie Barrett y Conrad Smith interpretaron en directo la danza maorí con la que el equipo neozelandés de rugby, premio "Princesa" de los Deportes, muestra fuerza, unidad y trata de intimidar a sus rivales. En el metafórico, cuando los nada protocolarios discursos de los presidentes de la Comisión, el Consejo y el Parlamento europeos, Juncker, Tusk y Tajani, entroncaron con las palabras del Rey de España llamando a luchar con democracia y Estado de derecho contra "un inaceptable intento de secesión", en presencia del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, con un público entregado, y en una ciudad plagada de banderas de España.

La entrega de los Premios fue un artefacto político de tal envergadura que eclipsó totalmente tanto los abucheos de la protesta de la plaza de la Escandalera como los vítores rojigualdas de la concentración del paseo de los Álamos. Era la jugada perfecta y acabó en ensayo, con Rajoy en el papel de un entrenador satisfecho y confiado que llega al estadio después de echar la partida con los amigos, y con el Rey Felipe transformando el ensayo y llevándose el trofeo a casa.

En los intermedios hubo humor y poesía. No todo iba a ser política. Pero hasta la poesía se acopló al artefacto. Así, las palabras de su compatriota Zagajewski, "Princesa" de las Letras, sirvieron al presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, para subrayar, en castellano y versión propia de "Autorretrato no exento de dudas", la necesidad de luchar por la verdad para conseguir la concordia en la Unión Europea: "El territorio de la verdad / es claramente reducido, estrecho / como un sendero al borde de un precipicio / ¿Eres capaz de no salirte / de él? / Acaso ya lo has abandonado".

El partido había comenzado mucho antes, con las hinchadas tomando posiciones, y las marcas comerciales tratando de rentabilizar las vallas publicitarias. Había gente guardándose sitio al mediodía delante del Campoamor y vinilos con el logotipo anunciando próxima apertura en el Starbucks de la esquina. El resto de aficiones llegarían un poco más tarde. Las marchas por la dignidad, los antifascistas, los de los conflictos laborales o las pensiones empezaron a recorrer la ciudad sobre las cuatro de la tarde. A las cinco, en los Álamos, había empezado la otra concentración, por España, y en la Escandalera vibraba ya la barra brava de los "Fartones".

Después fue llegando el público, los jugadores y la inminencia del aquí empieza todo cuando Mariano Rajoy se bajó del coche seguido por su jefe de gabinete, Jorge Moragas. Lo recibieron el presidente del Principado, Javier Fernández; el de la Fundación Princesa de Asturias, Matías Rodríguez Inciarte, y el alcalde de Oviedo, Wenceslao López. El presidente del Gobierno gesticuló animoso como quien dice "¿qué tal muchachos?, yo bien, no pasa nada, esto en lo que me ando son paparruchas".

También en la entrada se supo ya que las estrellas de la tarde iban a ser el trío de la Unión Europea. Antonio Tajani, Donald Tusk y Jean Claude Juncker fueron de los más aplaudidos a la puerta del Campoamor. Gritos de "¡Bravo!" y el presidente de la Comisión haciendo sus primeras gracias. Como si se hubieran invertido los papeles y ellos fueran "Les Luthiers".

Ya dentro del teatro, Rajoy puso cara de resignación cuando saludó a la Reina. Y con su ánimo habitual descolocó a los de protocolo cuando intentó sentarse en primera fila y no en la butaca encima del escenario. El público del Campoamor ya le estaba ovacionando, fue a mayores mientras accedía al estrado y cuando la ministra de Agricultura, Isabel García Tejerina, amagó con ponerse en pie y que todos la siguieran, el presidente del Gobierno cortó la fiesta con un gesto de manos. "A mí no".

Las ovaciones estaban reservadas para los premiados, que cuando desfilan camino del escenario ponen en marcha el aplausómetro del Campoamor. "Les Luthiers" sacaron nota y hasta se llevaron gritos de júbilo. Los "All Blacks" empataron con los argentinos. Y el trío de la UE volvió a reventar las estadísticas.

Abrió juego Rodríguez Inciarte hablando de futuro, de juventud y de trabajar duro. En polaco, Adam Zagajewski regaló al auditorio dos poemas ocultos en su discurso. El de lo que está de moda ("las biografías de los tiranos, las series de televisión británicas, los botines plateados, las maratones y las medias maratones") y lo que no está de moda: "La poesía no está de moda" / "No está de moda detenerse en medio de un prado primaveral ni pararse a reflexionar". Y el poema de las cosas que existen ("los hombres soñolientos que leen los grandes titulares de los periódicos deportivos y siguen las derrotas y las victorias de sus clubes preferidos de fútbol") y las que no existen o están escondidas: "La música y la luna, las ciudades que ya no existen, los cuadros de los grandes maestros".

Luego había que reír. O casi. Era el turno del "luthier" Marcos Mundstock. Se lo dedicó a los compañeros que ya no están, a la "familia española" de Coll, Gila, Serrat o Álex Grijelmo, su promotor en este premio, del que, ironizó, habían disfrutado con ser candidatos y no ganarlo. Y defendió el humor como una forma "lúdica" y "lúcida" de mejorar la vida que llega donde otros mecanismos de la razón no pueden: "Hay gente que siempre está de buen humor, pero es incapaz de entender un chiste".

El momento de la ceremonia en que los premiados van recibiendo sus galardones llegó después y con él la fotografía de esta edición. La de los cuatro jugadores de la selección de rugby quitándose la americana y haciendo una "haka" encima del teatro Campoamor. Ninguno otro premiado se vio capaz de igualar la performance. Aunque Juncker, de nuevo en el papel de humorista, lo intentó cuando los tres de la Unión Europea agradecieron el premio de la Concordia y el presidente de la Comisión hizo un amago de quitarse la americana y emular a los neozelandeses y sus colegas, entre risas, se lo quitaron de la cabeza.

El discurso de Philippe de Montebello, presidente del patronato de la Hispanic Society, premio de Cooperación, fue como un tiempo muerto antes de la goleada del último cuarto.

La empezó el presidente de la Comisión, Jean Claude Juncker, cuando admiró ese Oviedo "lleno de banderas" y recordó a los primeros artífices del proyecto europeo como los que "opusieron a la fuerza estúpida de las armas la fuerza del derecho".

El presidente del Consejo, Donald Tusk, aparte de recitar a Zagajewski, dio de cal y de arena cuando se refirió a los días en que vivió la persecución en su país: "La violencia nunca revuelve nada, el diálogo es mejor que el conflicto", pero también "la ley debe ser respetada por todos".

Y llegó Tajani. El presidente del Parlamento Europeo merece un punto y aparte.

En castellano, a Tajani le aplaudieron hasta siete veces a lo largo de su discurso. Alabó el papel del Rey Juan Carlos, como había hecho también Juncker, y ofreció un largo catálogo de frases lapidarias: "Cuando algunos siembran la discordia ignorando voluntariamente las leyes, es necesario recordar la importancia del respeto al Estado de derecho". O bien: "La UE no tiene una Policía que tenga que ejecutar las decisiones judiciales. Cuando el Tribunal de Justicia dicta una sentencia, se aplica y punto. A nadie se le ocurre en la UE saltarse las normas aprobadas entre todos. Y, por descontado, los tratados se pueden cambiar". Una cita del clásico Publio Siro -"donde hay concordia siempre hay victoria"-, seguida de un crescendo de vivas coreados por el público, despidió su discurso: "A la democracia, a Europa, a España y al Rey".

A don Felipe sólo le quedó, como decíamos, convertir el ensayo. Lo hizo con tono institucional pero con más interrupciones de aplausos que nunca en la historia de los Premios según los veteranos. Aplaudidas fueron las referencias a los incendios y al querido pueblo asturiano. Aplaudido fue su comentario sobre un mundo lleno de ruido y falto de reflexión. Y aplaudida fue su traca final.

"España tiene que hacer frente a un inaceptable intento de secesión en una parte de su territorio nacional, y lo resolverá por medio de sus legítimas instituciones democráticas, dentro del respeto a nuestra Constitución y ateniéndose a los valores y principios de la democracia parlamentaria en la que vivimos desde hace ya 39 años". Primera ovación.

Tuvo hasta guiños a "los pueblos" que integran España y ven "protegidas, reconocidas y respetadas sus lenguas, sus culturas, sus tradiciones y sus instituciones". Para concluir, a renglón seguido, que "ningún proyecto de progreso y libertad se sustenta en la desafección, ni en la división, siempre dolorosa y desgarradora, de la sociedad, de las familias y de los amigos, y ningún proyecto puede conducir al aislamiento o al empobrecimiento de un pueblo".

"La España del siglo XXI, de la que Cataluña es y será una parte esencial", fue concluyendo entre más aplausos, "debe basarse en una suma leal y solidaria de esfuerzos, de sentimientos, de afectos y de proyectos".

"Son tiempos para la responsabilidad. Nuestros ciudadanos lo merecen, lo necesitan y lo exigen. Unos ciudadanos que desean convivir y progresar en paz y que diariamente ofrecen un ejemplo de sacrificio, entrega y compromiso con su país".

Ovación final, himno de Asturias, y Oviedo dio por finalizada la jornada en que una inmensa "haka" la convirtió en capital de España y de Europa y todas las miradas se posaron en el teatro Campoamor.