Los 394.023 kilómetros de distancia que separaba ayer, a las 20 horas, a la Luna y la Tierra se hicieron más cortos gracias a la iniciativa que por octavo año consecutivo despliega en Gijón la Sociedad Astronómica Asturiana Omega para acerca la Luna a la ciudadanía. "Queremos dar a conocer a la población nuestro satélite natural, que es el objeto más grande y que mejor podemos observar desde una ciudad y para combatir también que sea el objeto que más desconocemos porque hay mucha desinformación", explica Isaías Gonzalo, miembro de la junta directiva de Omega.

Esta iniciativa comenzó auspiciada por la NASA hace nueve años, con motivo del centenario del descubrimiento del telescopio y de Júpiter por Galileo. La agencia estadounidense organizó muchos eventos ante esa efeméride, entre ellos la observación de la Luna que todavía se mantiene. No fue la de ayer una velada excesivamente propia pues poco después de las ocho de la tarde las nubes ocultaron durante gran parte de la noche a la Luna.

"No he podido ver nada", lamentó la pequeña Cecilia Menéndez Sastre, de cinco años al irse con sus padres. En cambio, su hermano Enrique, al menos adivinó a lo lejos al satélite de la Tierra. "Parecía un cacho de queso blanquito", confesó el joven. Tanto ellos como el resto de curiosos que quisieron aprovechar esta oportunidad posaron sus ojos en el aparataje que desde Omega desplegaron ayer en el Puerto Deportivo de Gijón, en la zona de la Punta Liquerique.

El aparataje estaba compuesto por tres telescopios. Uno de ellos de tipo refractor, como el que utilizó en su día Galileo. Los otros dos son de espejo, derivados del que inventó Newton, uno es un SC de ocho pulgadas de diámetro de espejo y el otro es un "Masutopk", de origen ruso, de seis pulgadas. También unos prismáticos binoculares de cien milímetros de abertura.

Cuarto creciente

¿Y por qué se eligió la noche de ayer? El mes de octubre es propicio para disfrutar de una buena noche observando la Luna porque en este mes el satélite "tiene un recorrido más amplio y más horas de visión en el cielo", explica Isaías Gonzalo. "La fecha se escoge en el cuarto creciente de la Luna porque es cuando mejor se ve desde la ciudad, en la que hay mucha contaminación lumínica", matiza Gonzalo, que junto a otros compañeros de Omega instruyeron a quienes se acercaron a los telescopios sobre los mares y cráteres de la Luna.