La autora Vanessa Montfort promociona su novela "Mujeres que compran flores (Plaza&Janés), una obra que ha alcanzado su quinta edición e invita a cambiar, soñar y amar, porque vivir es una tarea urgente, aparte de que consigue esa emoción que graba todo aquello que se cuenta.

"Terror, dolor, amor... Si no consigues emocionar", el resto no importa, considera esta escritora, que se reserva el derecho a estar en desacuerdo con sus personajes, como explica en una entrevista con Efe, y que es partidaria de hacer de lo local algo grande, hecho que cree que se consigue mejor desde lo más cercano, el microuniverso, siempre extrapolable a algo mucho mayor, como ocurre en su trabajo con el Jardín del Ángel.

Es lo que cuenta esta mujer oriunda de Barcelona y residente en el Madrid de las Letras, que ama la palabra y procura que todo aquello que lleva su pluma haga al lector trabajar con todos los sentidos, a modo de auténtica experiencia sensorial.

Esta historia suya, tan exitosa, transcurre en un pequeño y céntrico barrio de una ciudad en la que hay cinco mujeres que adquieren flores y al principio ninguna lo hace para sí misma: una las compra para su amor secreto, otra para su despacho, la tercera para pintarlas, otra para sus clientas y, ya la última, para un fallecido.

Vanessa se siente más identificada con Casandra, la súper mujer, porque no encuentra otra aspiración en la existencia de alguien que no sea la de llevar la vida que uno quiere, aunque "a veces se nos olvide en esta carrera hacia adelante".

Sobre Casandra detalla que quiere ser la mejor en todo, un instinto de perfeccionismo que posee la propia Vanessa, pese a que se está reformando.

"Mujeres que compran flores" tiene, no en vano, ciertas dosis de autocrítica, siempre desde el cariño, y evidencia a la vez que la libertad, como el amor, nunca se gana del todo, de manera que hay que alimentar y vigilar, y jamás cumplir esta tarea a base de un encontronazo constante con el género complementario, porque eso sería simplista.

La apreciación no es baladí, puesto que esta escritora cree que se vive una revolución femenina, que no feminista, que hay que llevar a la práctica, porque en papel parecía otra cosa, y más sencilla, y piensa, además, que el hombre también está buscando su propio rol.

De todo ello se habla en esta obra, que surgió de un punto de inflexión en la vida de la autora, al que se llega, habitualmente, entre los 35 y los 45 años, en la segunda adolescencia, "la línea de corte", con la centrifugadora propia y la social vigente en esta franja.

Vanessa Montfort acostumbra a su público al cambio de registro, con razón es "muy inquieta", y no se ata al thriller, ni a la novela contemporánea, aunque su futuro inmediato también vaya por esta vía.

Es de cambios, al igual que las firmas a las que admira, como le ocurre con Rosa Montero, que lógicamente recomienda "Mujeres que compran flores".