El tenor mexicano Javier Camarena, uno de los nombres más destacados del panorama operístico internacional, demostró anoche el porqué de su fama en el Auditorio Príncipe Felipe de Oviedo con una actuación memorable, que se alargó hasta las tres horas y que entusiasmó al nutrido público. Al final, en los corrillos, había unanimidad: fue impresionante.

La de ayer era una de las citas ineludibles dentro de esta temporada de "Los Conciertos del Auditorio", ciclo patrocinado por LA NUEVA ESPAÑA para todos los amantes de la lírica. No en vano, era la primera vez que Javier Camarena cantaba en Oviedo, flanqueado además por la mezzo Guadalupe Paz, la orquesta Oviedo Filarmonía y, como director invitado, Iván López-Reynoso.

El público se volcó con Camarena desde el primer momento en que salió al escenario, pero fueron especialmente celebradas su interpretación de "Pourquoi me reveiller", de Werther y sus incursiones en "Rigoletto" y "La traviata", ya en la segunda parte, en un concierto que, en todo caso, estuvo lleno de momentos para recordar.

Su estilizada forma de conducir la melodía y su fraseo, que se traduce en una forma de cantar llena de naturalidad, justifica el hecho de que Camarena se haya convertido en uno de los intérpretes más demandados a la hora de abordar el siempre exigente repertorio belcantista. En lo que al color vocal se refiere, presenta también bastantes matices que se hacen especialmente evidentes cuando aborda a Verdi y la ópera francesa.

Guadalupe Paz también supo ganarse a los asistentes. Hay bastante afinidad entre ambos cantantes, que se hizo especialmente patente en el duo de "Cenerentola", y fue extensible también al director López-Reynoso, que demostró tener una buena sintonía con Oviedo Filarmonía, una orquesta que tocó a un gran nivel y que logró tener su espacio entre dos voces tan potentes.

Tras tres horas de concierto y otros tantos bises, el público que casi llenaba el Auditorio se puso en pie para despedir a Camarena y sus socios en una noche memorable. Una despedida entusiasta, a la altura del brillante espectáculo que habían ofrecido.