La chilena Mon Laferte, la músico que dejó sus estudios de ópera para ser Alanis Morisette, es la gran candidata a ser vencedora de los Grammy Latinos de materializar las cinco nominaciones de su disco "La trenza", que este fin de semana presentará en vivo en España avalada por Bunbury.

"En 2017 tener prejuicios me parece bastante absurdo. Yo soy la persona con menos prejuicios, muy relajada con la gente, con los colores, con la comida... Al momento de hacer música se ve reflejada esa personalidad", afirma en una charla con Efe esta artista capaz de compaginar pop-rock alternativo con toques folclóricos y su participación en una banda de "heavy metal".

Todo empezó en una localidad aparentemente tan musical como Viña del Mar, donde nació en 1983. "En realidad no hay mucha movida, es lo que dura la semana del festival y luego muere", precisa alguien cuya casa "era todo arte, por lo que era lógico estar cantando y bailando".

Criada en el seno de una familia de artistas (su padre fabricaba instrumentos y actuamente es pintor, su madre escribe poesía y su abuela era cantautora de música folclórica), a Norma Monteserrat Bustamente Laferte le costó encontrar a alguien en el barrio para formar una banda.

A los 13 años ganó una beca para estudiar música clásica como soprano y empezó a indagar. "Era muy bonito, pero muy aburrido. Era una adolescente en la época del grunge y yo quería ser Alanis Morissette, no cantar ópera, pero ahora me arrepiento", asegura quien abandonó la enseñanza reglada para forjarse en calles y bares de la vecina ciudad de Valparaíso.

En 2003 participó en un célebre concurso de talentos de la televisión chilena, en el que acabó en tercer lugar. "En Chile no tiene ese estigma negativo. Es televisión y hay que entenderlo en ese contexto, aunque como escuela para desarrollar una carrera es bien difícil", opina.

A pesar de haber alcanzado la fama, decidió mudarse a México solo cuatro años después y empezar de cero. "Soy muy impulsiva y tomo decisiones locas todo el tiempo. Andaba buscándome desde siempre y quería grabar mis propias canciones, pero no se pudo ni cuando salí del concurso", justifica.

Amante de la aventura y del enfrentamiento con la adversidad, "de que las cosas cuesten", se plantó en el país de Café Tacvba para cambiar la orientación de su música. No habían pasado dos años cuando le diagnosticaron cáncer de tiroides.

Recuperada, publicó su primer disco de forma independiente como Mon Laferte, "Desechable" (2011), y a la vez aceptó formar parte como vocalista de una banda de "heavy metal", Mystica Girls.

"Para mí era un reto subirme al escenario y enfrentarme a un público bien diferente, porque el metal en México es muy machista, por lo que siempre estás expuesta a la suspicacia. Me divertí mucho y aprendí la dedicación de la banda hubiera shows o no, hubiese dinero o no", destaca.

Su producción personal aumentaría con los álbumes "Tornasol" (2013) y "Mon Laferte Vol.1" (2015), que ya le reportó nominaciones a los Grammy Latinos como "mejor nuevo artista" y "mejor álbum de música alternativa", lo cual además le permitió cantar por primera vez con Juanes.

El colombiano repite colaboración en su más reciente álbum, "La trenza", un disco "liviano" en el que combina más que nunca su gusto por la música alternativa con colores folclóricos que se filtran a través de instrumentos tan exóticos como el charango, zampoñas o el fliscorno.

Entre las joyas del álbum, destaca una pieza guatequera como "Mi buen amor", interpretada junto a Bunbury, al que conoció después de que publicara en su cuenta de Facebook una elogiosa reseña del álbum "Vol. 1". "Me aproveché de la situación, le mandé la canción y le gustó", explica Laferte.

Este sábado presentará "La trenza" en Madrid (sala Mon) y el próximo martes en Barcelona (Razzmatazz) con todo su grupo, ocho personas sobre el escenario para demostrar que son "de las mejores bandas en directo".

Y lo hará después de probarse por fin como profeta en su tierra, en el festival de Viña del Mar, donde el público, en un gesto histórico, reclamó para ella la gaviota de platino.

"Volver al barrio daba miedo, pero hasta hoy ha sido uno de los momentos de mi vida, como un gran abrazo en la escena final de una película", rememora.